El descubrimiento (1992) en Barcarrota de los once libros emparedados,
pertenecientes al s. XVI, todos prohibidos por la Inquisición, haría popular
el nombre del pueblo. Más tarde, Fernando Serrano cerró las hipótesis
sobre el posible dueño de aquella “biblioteca”: un médico culto, de etnia
judía como otro centenar de vecinos asentados en aquella población
surextremeña, próxima a Portugal, hacia donde pueden huir fácilmente
cuando las cosas se le ponen difíciles a los hijos de Israel en España (o
viceversa).
Barcarrota es hoy uno de los pueblos de Extremadura donde más obras se
publican. La feliz conjunción entre su Ayuntamiento, Universidad Popular,
IES “Hilario Álvarez” y varias asociaciones culturales permite dar a luz cada
año un notable número de libros. Francisco Joaquín Pérez González, con
admirables tenacidad e imaginación, fomenta las ediciones ayudado por
un activo “consejo de redacción” en el que participan Alfonso C. Macías
Gata, Concepción Gutiérrez Larios, Isabel Hernández Triguero, Juan
Becerra Torvisco, Joaquín Álvaro Rubio y José Ignacio Rodríguez
Hermosell, autor él mismo de notables trabajos de bibliografía.
Superan ya la veintena los títulos que conforman una de sus colecciones,
“Altozano”, ahora confirmada con el trabajo de un historiador tan valioso
como Esteba Mira. Andaluz de naturaleza, afincado en Almendralejo y
profesor de Instituto, cuenta ya en su haber con muy importantes
investigaciones (La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando,
2014; Historia de la villa de Solana de los Barros, 2014; El sistema naval del
imperio español, 2015, entre las últimas). Asiduo también a cuantos
congresos, simposios o jornadas versan sobre la colonización del Nuevo
Mundo –que él suele analizar de modo muy crítico-, Mira tiene también
numerosos artículos en incontables publicaciones periódicas, a veces bien
difícil de seguir.
Cinco de ellos, ahora retocados, junto con otros dos totalmente inéditos,
constituyen esta publicación, prologada por Alfonso C. Macías Gata,
alcalde de la villa. En los preliminares, el autor se refiere a ellos (dos
veces), como “ensayos”, quizás porque, ante el carácter divulgativo de la
colección, ha elige reducir al mínimo las referencias y notas al pie de
página. Son más bien apuntes históricos, perfectamente fundamentados,
aunque en ocasiones Mira se atreva a proponer hipótesis, a menudo
contrarias a la versión más común.
Sin desmerecer para nada a los restantes, voy a referirme a los dos que
más interés me han provocado: “El secreto de Hernando de Soto” y “Juan
Jaramillo, conquistador”, referidos a dos de los muchos barcarroteños que
pasaron a América durante el XVI. ¿Por qué el famoso Adelantado ocultó
sistemáticamente sus orígenes, decidiendo además que la probanza para
su ingreso en la Orden de Santiago se hiciera en Badajoz, no en
Barcarrota? Trataba de escamotear sus orígenes judeoconversos (como
hicieran tantos de sus coetáneos), responde el autor, amparándose en
muy razonables pruebas.
Juan Jaramillo fue la mano derecha de Hernán Cortés, que “le cedió, con
una mentalidad difícil de entender desde nuestra perspectiva actual, a su
íntima amiga, la india doña Marina” (pág. 20). El de Barcarrota casó y fue
siempre fiel a Malitzin, convertido en uno de los hombres más ricos de
América (lo que no menguó sus ímpetus batalladores, ni su fidelidad
absoluta al de Medellín, a quien defendería siempre).
Esteban Mira Ceballo, El secreto de Hernando de Soto y otros estudios
sobre Barcarrota. Barcarrota, Universidad Popular y otros, 2016.