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Manuel Pecellín

Libre con Libros

SÁTIRA MISÓGINA

 

Según los historiadores, el XV fue un siglo espléndido para la literatura valenciana.  En esa época pendular, a caballo entre la cultura medieval, ya en trances de superación, y la renacentista, que se anunciaba de múltiples formas, compuso Jaume Roig (Valencia, circa 1400-Benimámet, 1478) su Llibre de les dones, más conocido como  Espill. Lo debió de escribir hacia 1460, justo cuando Joanot Martorell empezaba su célebre Tirant lo Blanc, el libro de caballería salvado de la quema por Don Quijote, que lo juzga “un tesoro de contento y una mina de pasatiempos”. Por lo demás, ambas obras difieren en aspectos múltiples, testimonio de la emergente cultura burguesa una, prototipo del amor cortesano, la otra.

Roig, médico famoso, unido en feliz matrimonio con Isabel Pellicer, virtuosa dama a la que admiró y quiso profundamente, se muestra aquí acérrimo debelador del género femenino. En línea con Juvenal (el mundo clásico estaba “renaciendo”), es el autor de una sátira inmisericorde contra las mujeres. A excepción de la suya y, claro está, de la Virgen María (el libro incluye un tratado mariano, defendiendo el futuro dogma de la Inmaculada Concepción), todas la merecen los mayores reproches. Desde Eva acá, ninguna escapa a su lengua viperina, en verdadero diluvio de improperios.

Como para predicar con el ejemplo propio, da a Espejo  un (falso) aire autobiográfico: el autor, ya muy viejo, narra a un sobrino cuánto tuvo que sufrir en sus matrimonios, a cual más infelices. Tal vez el peor de todos lo vivió con una  novicia, lo que le sirve para explayarse sobre las licenciosas costumbres vigentes en los conventos, retrato que haría las delicias del propio Voltaire. (Tampoco los sacerdotes salen bien parados por parte de quien se declara defensor del celibato clerical, aunque, según la obra, pocos lo vivan. Inútil añadir que rechaza cualquier posibilidad de que las mujeres, corruptas por naturaleza, alcancen el presbiterado).

Cabe discutir hasta dónde Roig, excelente conocedor de la Biblia y un punto antisemita,  está convencido de sus tesis misóginas, o busca sólo  efectos cómicos, tantos son los argumentos como  acumula, verosímiles algunos, realmente descabellados muchos: madres devoradoras de hijos infantes; hembras fatales que mataron hasta veinticinco maridos; pasteleras de París que guisan cadáveres; las tres damas que parieron en Siena ciento veintiocho hijo de un solo hombre et sic de coeteris, aunque los venga a confirmar el mismo rey Salomón. No extrañan así sus improperios sobre las brujas, tan diferentes a las opiniones de un Pedro de Valencia, apelando a que se las ajusticie (pp. 133-34).

Sin duda, lo más atractivo de la obra son sus aspectos formales. Inspirándose en el lenguaje de la huerta valenciana,  tan vívido, con especial dominio de algunos campos (medicina, judicatura, comercio, agricultura) el lector contemporáneo se abrumará con la auténtica catarata léxica que le cae en cada página. Mérito grande del traductor es haber logrado que estos aluviones expresivos resulten agradables, allende el rechazo que pueda sentirse ante las opiniones así vertidas. Moga ha hecho una labor impecable, más valiosa si estima la apuesta de poner en prosa actual un texto poético del XV, con las características de Espill. El original, del que solo se conserva un manuscrito (fue impreso numerosas veces) es un descomunal producto de más de 16.000 versos, que riman de dos en dos. Para colmo, estos son tetrasílabos, lo que, dada la estrechez del metro, impone limitaciones estilísticas y distorsiones sintácticas a cada paso. Tal vez hubiese sido oportuno reproducir algunos pasajes facsímiles para poderlo comprobar. Tampoco habrían sobrado notas a pie de página para entender los más dificultosos o las apoyaturas culturales que hoy se nos escapan.

 

Jaume Roig, Espejo. Traducción y prólogo de Eduardo Moga.Valencia, Pre-Textos, 2016

 

 

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