Sin música, la vida sería un error, escribe Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos (tremenda obra, a la que puso por subtítulo Cómo filosofar a martillazos). “Todo lo que no es música se confunde en el silencio”, sugería Gregorio González Perlado, alineándose con la demanda de Verlaine: “De la musique avant tout”. El más iconoclasta de los pensadores alemanes pensó primero que las composiciones de R. Wagner encarnaban su propio ideal, aborreciéndole después para entusiasmarse con creadores como Bizet, cuya Carmen representaría mucho mejor sus ideas sobre la voluntad de poder, el eterno retorno, el entusiasmo por la vida o el superhombre (niño que juega siempre, sin conciencia del mal), el triunfo de lo báquico sobre lo dionisíaco.
El lema nietzscheano figura en la entradilla de la obra que ganó el XVIII Certamen de Relatos Cortos “Rafael González-Castell”, premio anual mantenido contra viento y marea merced a la solicitud del Ayuntamiento de Montijo y los afanes de la familia que le da nombre, con la insustituible Piedad González-Castell en cabeza. Carlos del Pozo (Madrid, 1963), su autor, es licenciado en Derecho y pertenece al Cuerpo Superior de la Administración de Justicia, para la que trabaja desde Cataluña, sin omitir el cultivo de la literatura. Tiene publicados libros de viaje (Raíles sobre la mar), crónicas periodísticas (Los años del Abreviado), biografías (Lo que Pilar(Narvión) ha dicho), así como un notable conjunto de novelas, algunas también premiadas: La vida que se cumplió; Mercedes, el joven poeta y una comedia de Miguel Mihura; Mudanzas y despedidas; Háblame del paraíso azul y Montevideo no se acaba. Sus textos figuran también en diferentes antologías.
Que, según ocurre cada año, escritores de esta proyección se decidan a participar en el concurso montijano dice mucho a favor de los organizadores del evento. Según resaltaban al presentar la obra Manuel Gómez Rodríguez, alcalde del municipio, y su concejala de Cultura, María Jesús Rodríguez Villa, tanto su Corporación como las que le precedieron (aunque de diferente adscripción política) vienen apoyando decididamente este Premio porque todos se enorgullecen de Rafael González-Castell – personaje digno de estudio- como una seña de identidad de Montijo.
Están tocando nuestra canción es la compilación de ocho relatos homogéneos, cada uno de los cuales se construye en torno a una composición más o menos famosa y su respectivo intérprete: “La mujer que yo quiero”, “Ramito de violetas”, “El muerto vivo”, “Procuro olvidarte”, “Vivir así es morir de amor”, “La flor de la canela”, “Gwendoline” y “La chica de ayer”. Redactadas en primera persona, para incrementar el aire autobiográfico que las impregna (aunque Del Pozo proclame el carácter ficcional de las misma), el sujeto literario evoca anécdotas que ha vivido junto a algunos de los cantantes, amigos o compañeros/as en determinados conciertos, recitales, tertulias y guateques, al son de sus músicas preferidas. Es, sin duda, donosa evocación de la dorada juventud, con apuntes sociológicos de la España que le tocó vivir.
Todos llevamos dentro canciones con las que nos identificamos por encima de las demás, capaces de pellizcarnos el corazón, estremecernos, irritarnos o hacernos soñar con tantas cosas. Constituyen algo así como la “banda sonora” de nuestra existencia. Seguramente las de Carlos del Pozo son las antes señaladas. En ellas nos reconocemos varias generaciones de españoles. Y si es verdad, en atisbo de Javier Cercas, que todo relato tiene un “punto ciego” en el que creador y lectores coinciden, estas narraciones abundan en los mismos, más perceptibles quizás si se las repasa con la oportuna música de fondo.
El volumen se ha impreso en los talleres de la Diputación provincial.
Carlos del Pozo, Están tocando nuestra canción. Montijo, Ayuntamiento, 2017