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Manuel Pecellín

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HAIKUS EN HOMENAJE A BASHÔ

HAIKUS EN HOMENAJE A BASHÔ

 

 

A Matsuo Bashô se le juzga como uno de los mayores poetas japoneses del siglo XVIII, célebre por la sencillez (relativa) y profundidad de los haikus que desde muy joven fue dando a luz, convirtiéndose en gran figura de estas influyentes creaciones. Viajero tenaz por todo el país, dejó escrito: “No busco el camino de los antiguos. Busco lo que ellos buscaron”. Palabras que volvemos a leer en la obra aquí presentada, compuesta en homenaje al genial poeta nipón.

Aparece con un atinado preliminar de Antonio Rivero Taravillo, polifacético escritor (Melilla, 1963), quien ilustra sobre las características fundamentales del haiku antes de analizar el conjunto de estos poemas ofrecidos en Sendas de Bashô y cuya “infinita capacidad de reverberación” tanto seduce. Para que composiciones tan breves –una sola estrofa, de sólo tres versos y quince sílabas- alcance tamaña fuerza inspiradora, se requieren muy notables dotes de síntesis, depuración y técnica.

Las posee sin duda Manuel Neila (Hervás,1950), también volcado, como el prologuista, hacia numerosas vertientes literarias. Licenciado en Filología Románica, este cacereño, residente en Madrid, cuenta con una obra importante como poeta, ensayista, traductor, narrador, crítico y editor. El gusto por las formas expresivas breves e intensas lo impulsa ineludiblemente al aforismo (recordemos su antología Pensamientos desmandados, 2015) y a otros modelos lingüísticos fragmentarios. No sorprenderá, pues, su apuesta por el haiku. A uno se le ocurre que ambas creaciones, líricas y narrativas, se corresponden bien entre sí.

Según el título sugiere, el libro se estructura según la fórmula del caminante que, a imitación del poeta japonés, recorre territorios amados en diferentes periplos, según facilitan las estaciones cronológicas. Tendremos así, por decirlo con Valle-Inclán, las sonatas de primavera, verano e invierno, cada una de las cuales constituyen la parte correspondiente del poemario. Antes de introducirse en sus versos, el “haijin” cacereño propone el respectivo preliminar, “apostillas” las llama, en una prosa acorde con la concisión, la serenidad contemplativa del haiku y la espiritualidad sosegada de la filosofía zen, típicas del haiku, según bien se declara en el prólogo.

¿Hacia dónde conducen los caminos que Neila nos invita a recorrer? En ningún lugar de la obra se dice expresamente. No hay alusiones tópicas, ninguna referencia local explícita. El poeta podría recorrer paisajes de las múltiples geografías donde más ha vivido, desde los picos de Gredos, los montes de Asturias o las sierras penibéticas.  No obstante, las ensoñaciones de este paseante solitario (Rousseau), aquí tan hermosa como púdicamente recogidas, me han llevado una y otra vez a su Hervás nativo.

No al paisaje urbano del pueblo (nada de alusiones a las supuestas o reales huellas hebraicas), sino a su increíble entorno rural, por donde él transitase en la niñez, la edad de las manzanas y los hechizos mágicos, y adonde quizás vuelve a menudo para impedir que la memoria elimine de las galerías interiores del alma ese dulce patrimonio:  En el sendero/que viene de la infancia/arden las zarzas (pág. 25). Durante primavera, los campos, ya sin gente, se iluminan con las flores del almendro, el vuelo de las grullas y las ramas nevadas de los cerezos. El estío no agosta el rumor de las fuentes, ni el orgullo de los álamos junto a las bien nutridas acequias bajo el lagrimeo tembloroso de las estrellas. Los castaños conocen ocasos ardientes, iluminándose con luces otoñales y en la vieja espadaña/los nidos de cigüeña siguen vacíos (pág. 46). Alfaguaras y chortales recuperarán pulsos húmedos cuando las lluvias regresen con la Candelaria y carámbanos de luna ocupen los tejados.

Todo queda dicho en un lenguaje repleto de connotaciones íntimas, pese a la relampagueante desnudez de las voces.  Pues, “a fin de cuentas, eres un compendio de aire inhalado, agua que siente, tierra nutricia y fuego que piensa” (pág. 66).

 

Manuel Neila, Sendas del Bashô. Madrid, Editorial Polibea, 2018.

 

 

 

 

 

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