El año 1941 se publicaba la única edición conocida hasta ahora del Diario de un médico argentino en la guerra de España 1936-1939 (Buenos Aires). Reproduce este curioso texto Almuzara en la colección de la “Guerra Civil contada por sus protagonistas”. La serie incluye obras de autores pertenecientes a uno y otro bando, como Indalecio Prieto, Rafael García Serrano, Federica Montseny, Torrente Ballester o el extremeño Juan Simeón Vidarte.
Héctor Bruno Colmegna Macchi (Buenos Aires, 1893-1990), autor de la que aquí presentamos, miembro de una familia acomodada, se había ido a veranear en Biarritz en 1936 tras asistir a unos cursos de perfeccionamiento en la Facultad de Medicina de París. Católico ferviente, decidió unirse como voluntario a las columnas navarras que desde Pamplona salían hacia distintos frentes de guerra. Estuvo, prestando servicios médicos, en los de Vizcaya, Santander, Asturias, Aragón y Barcelona. Finalizada la contienda, regresó a Argentina. Allí escribió este libro de memorias apoyándose en el diario que fue componiendo desde las líneas de vanguardia, editado por la sucursal austral de Espasa-Calpe.
Testigo de primera fila, el doctor suramericano ofrece sus testimonios a partir de una óptica inevitablemente condicionada (se enroló en la I Bandera Falange de Navarra, perteneciente a la 5ª División de Bautista Sánchez). Su fidelidad a la causa franquista no tuvo dudas, según proclama ya desde el sucinto prólogo, que concluye así: “Quiera la Providencia que el alto ideal patriótico religioso que animó a los soldados de Franco y por el cual combatieron con tantos sacrificios, llegue a ser con el transcurso del tiempo patrimonio de toda España”.
Colmegna nunca hace el menor reproche a las actuaciones de las tropas “nacionales” ni a las decisiones de sus dirigentes en las zonas “liberadas”. Para él sólo parece haber existido el “terror rojo”, del que a menudo recoge manifestaciones según los lugares por donde transita. Ahora bien, escribe con una prosa de alta calidad. Y no dudó en atender caballerosamente a los heridos del lado contrario.
Durante los meses últimos, vino a participar con su bandera en la que se conoce como Campaña de Toledo. Eso lo conduce desde Barcelona a Extremadura. Entra en nuestra región por Peraleda de San Román (Cáceres), donde estuvo alojado un par de semanas a cargo de los servicios de Sanidad. Son curiosos los apuntes sobre el pueblo, sus costumbres, paisaje y paisanaje. Y, sin duda, merece la pena leer como narra la visita que hizo al monasterio de Guadalupe, en cuya hospedería durmió. Luego de ensalzar las bellezas del cenobio; la generosidad de la comunidad franciscana y los tesoros artísticos, concluye de forma acorde a su ideología: “¿Qué hubiera sido de las maravillas de Guadalupe si la horda marxista hubiese avanzado un poco más por aquella zona, profanando aquel santuario de la religión y del arte? Pero la Virgen de Guadalupe velaba y Ella fue la que impidió que un crimen tan irreparable se consumara” (pág. 222).
Héctor Colmegna, Diario de un médico argentino en la guerra de España (1936-1939). Córdoba, Almuzara, 2019.