Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, 1962) conduce nuevamente a los lectores a la Alta Edad Media, pero alternando su marco espacial predilecto (Al-Andalus) con otro en que hasta ahora no había incidido: las tierras comprendidas entre el Ebro, el Pirineo y el Mediterráneo, los condados de la “Marca Hispánica”, zona fronteriza insuficientemente delimitada entre territorios del imperio carolingio y del califato cordobés, que vendrían a conformar Cataluña.
Las armas de la luz, novela coral con más de 800 páginas, se estructura como una crónica de la época, fechando en el lugar de los hechos cada uno de los veinte capítulos (“libros”, a los que se adjunta un breve exordio para mejor entender las historias referidas). Historias verosímiles, sobre un sustrato documental sólido, pero cuyos personajes (reales unos, imaginados otros) deben más a la fantasía del escritor que a los textos de la época. El periodo abarca desde el año 996 al 1018. Acontecimientos principales de estos cinco lustros, que constituyen la urdimbre histórica del libro, son las razias o aceifas que Almanzor desencadenaba cada primavera contra los cristianos, repetidas tras la muerte del invencible caudillo (1001) por su hijo Abdalmálik; los esfuerzos de los jerarcas civiles y religiosos “catalanes” por defenderse del musulmán e independizarse de los francos; la descomposición (fitna) del califato omeya por sus luchas intestinas y la venganza que, aprovechando la lógica debilidad de los enemigos, se toman los condes, obispos, abades, señores feudales de Barcelona y sus entornos, que llegan a invadir Córdoba, rapiñándola y llevándose extraordinarios tesoros.
Ciudades como Barcelona, Besalú, Berga, Manresa, Vich, Cubellas, Gerona, Solsona… junto a los monasterios de Ripoll, San Cugat, San Juan de las Abadesas, San Pedro de Rodas, Tortosa, San Martín de Canigó, Albesa… serán los escenarios del Norte. La capital de los califas, con su medina, palacios, alcázar, tan bien descritos, los del Sur.
La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz – atención al título-, amonestaba Pablo en su epístola a los Romanos (13, 12). Lo repetirán las mejores personas del momento, tales la noble Ermesenda o el monje mitrado Oliba. Inútilmente, pues los rudos señores de feudos, castillos, mesnadas y caballos se prefieren el acero a las Escrituras a la hora de sostener sus atribuciones. Incluso los ministros sagrados recurren antes a las espadas que a la oración.
Así se conducen, en enfrentamientos y batallas innúmeras, minuciosamente contadas, con lujo de la terminología guerrera, recios personajes, entre los que se distinguen los condes Armengol I, Bernardo Taglaferro o Ramón Borrell, el vizconde Guillem de Urgel, el obispo Salas y, más feroz que ninguno, “El LLop de Castelló”, cuya impetuosidad desenfrenada dará origen a las mayores tragedias. Por supuesto, también organizan fiestas, banquetes, rezos y cacerías (¡la del oso!), que el autor describe con extraordinaria plasticidad.
Junto a ellos, conocidos por los historiadores, el novelista introduce otros de rango menor en la escala feudal, pero literariamente mucho más atractivos. Sin duda, los más sólidos resultan el atractivo joven Blai, del clan de los Adrall, y el ingenioso Sículo, un esclavo con quien descubrirá cuán estrechos lazos de sangre los unen. Entre los dos y la bella e inestable Riquilda, primogénita del Llop, surgirá un trío amoroso, al fin resuelto a favor del poeta cordobés Farid al Nasri (se reproducen sus versos), que terminará llevándose hasta Oriente a la antigua cristiana, conversa al Islam (más o menos).
En esta compleja urdimbre, convincentemente ambientada, dispuesta con la habilidad narrativa que tantos seguidores le atrae a Sánchez Adalid, es justo decir que su prosa resulta cada vez de mayor altura, sobre todo cuando decide cultivarla más allá de las meras funciones expresivas o referenciales. La enriquece con una notable y apropiada riqueza lingüística, más la abundancia de recursos poéticos.
La “nota histórica” del capítulo final constituye una útil guía para no perderse en los vericuetos recorridos por tantos y tan distintos protagonistas.
Jesús Sánchez Adalid, Las armas de la luz. Madrid, Harper-Collins Ibérica, 2021
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