Alonso Carretero (La Morera, 1952), licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Complutense, trabajó para una multinacional americana en investigación de mercados y tareas de import-export. Se pasó después al campo de la publicidad y el periodismo como agente libre. Tras jubilarse, decide cultivar intensamente a la literatura, por lo que a menudo se declara autor tardío. Inicia su carrera como novelista en el género erótico, con El Loren, la puta y el coronel (2000) y El señorito de El Garlochí (2001). Se abre pronto a otras instancias, inclinándose más cada vez hacia los paraísos perdidos, nostalgia que le conduce inevitablemente al mundo de su infancia, sin omitir la crítica social y las reflexiones antropológicas. Nunca omite su decidida voluntad de estilo, los toques de humor (obtuvo el premio José Luis en 2009) y las notas autobiográficas. Ha publicado así Vuelta a la libertad (2006), Lo que necesita es amor (2009), La venganza del friki (2011), El nieto de Vulcano (2014), La reina de los bucles de ceniza (2015), El crimen de Santa Marta (2018), aparte de la biografía de Purificación Angué Ondo (2018), embajadora en España de Guinea Ecuatorial.
La tendencia creciente a revivir las fantasías populares, leyendas, tradiciones mágicas, personajes, experiencias, ecos de la guerra civil, ambientes e incluso el lenguaje aprehendidos durante su niñez en La Morera, será el rasgo dominante en El viejo que se echó al monte. Hacia ese territorio de la “sierra chiquita”, fecundo en bosques y manantiales numénicos (¡la Dama del agua!), donde abundan restos prehistóricos, romanos, visigóticos y árabes, germen del señorío de los casi míticos Suárez de Figueroa, decide regresar el protagonista, trasunto en buenas dosis del propio autor.
Con ochenta años sobre curtidos hombros, Santana es todo un personaje. Su familia afecta a la República, huye a México, llevándose al niño que estudiará en un colegio de los exiliados españoles y en la UNAM. Se hace aquí amigo de Cabrera Infante y del Che Guevara, que lo convence para irse a formar parte de los guerrilleros de Sierra Maestra. Será un revolucionario animoso, hasta que las propias contradicciones del régimen dirigido por Fidel lo desilusionan. Resiste en Cuba, hasta hacerse mayor y optar por volver a España, con su mujer e hijos. En mal momento, porque la crisis económica va a meter a este espíritu justiciero en una vorágine que no sabe eludir más que “echándose al monte” y provocar muertes violentas, hasta suicidarse. No podrán salvarlo ni los siete “apóstoles” que aún sobreviven del grupo infantil, ni la valiente hija (Delia, su mujer, falleció antes) casada con un político corrupto.
Todo se desencadena justamente la tarde del 13 de marzo de 2013, mientras Santana contempla por TV la elección del Papa Francisco. Se le ocurre entonces comenzar a escribir un diario-memoria, que algún día recibirá el Pontífice, manteniéndose en la escritura hasta minutos antes de zambullirse en el pozo de la noria, cuyos veneros habitan hadas maravillosas, con la esperanza de escapar así de los perseguidores y renacer en el Caribe mismo. Su talismán, la urna con las cenizas de Delia, lo acompaña. Es la estructura del discurso narrativo, quizás inverosímil, pero muy eficaz de la novela. Este antiguo comunista, auténtico “lobo estepario”, cuyos arranques violentos a menudo evocan los de Pascual Duarte; que maneja ahora la navaja y la pluma como el fusil en la manigua, sabe adobar su biografía con fantásticas historias (algunas demasiado rocambolescas). Alina refiere en el epílogo los últimos momentos del padre con quien al fin se reconcilió. Será ella quien localice en la playa de Camagüey la urna de la madre, mágicamente conducida por las venas acuosas del submundo desde la Comala extremeña hasta el mar Caribe. Concluye así esta “hemorragia de fantasía”, auténtico gozo para cualquier lector libre de prejuicios, que se deje llevar por la belleza de una prosa excelente. Plagada de imágenes, expresiones populares y de términos antiguos (extremeños y cubanos), muy bien traídos, potencia la calidad de un relato que apenas permite un respiro.
Alonso Carretero Caballero, El viejo que se echó al monte. Madrid, Beturia, 2021.