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Manuel Pecellín

Libre con Libros

OBRAS COMPLETAS DE R. RUFINO FÉLIX

 

El año 2003, el Ayuntamiento de Mérida, regido entonces por Pedro Acedo Penco (PP), publicaba la Obra Poética de R. Rufino Félix.  Un volumen con casi 700 páginas acogía los nueve poemarios, más numerosos inéditos del emeritense, que poco antes (2001) vio galardonado su libro Las ascuas en el V Premio Ciudad de Salamanca. La edición estuvo a cargo de Francisco López-Arza Moreno, sin duda quien mejor lo conoce, según demuestra el excelente estudio introductorio.

Dada la edad el escritor (Mérida, 1929), podría pensarse en una colección definitiva, sus “obras completas”. Por fortuna, R. Rufino ha conservado salud, lucidez e inspiración suficientes para proseguir con sus embates y envites frente a las palabras, incluso intensificando en pureza e intensidad esa agonía lírica. Tanto es así que el Ayuntamiento, ahora presidido por Antonio Rodríguez Osuna (PSOE), decide publicarle un segundo volumen, de idéntico formato y extensión. Lleva también el mismo título, El tiempo y el mar (las dos grandes temáticas del emeritense) y repite la responsabilidad de esta edición crítica, con otro amplio estudio preliminar, el profesor Dr. López-Arza.

La entrega incluye otros nueve poemarios y algunos inéditos. Pongamos atención a los nombres, siempre cuidadosamente elegidos, y a las fechas de publicación, testimonio del pulso regular, hasta acentuado los tiempos últimos, de Rafael: Las puertas de la sangre (2005), La soledad de las arenas (2007), El aire verdecido (2008), La granazón del frío (2010), Mies encendida (2012), Como un adiós de seda (2014), Y el alba no vendrá (2017), La puerta del adiós (2019) y Reencuentro (2019). Se añade una rica miscelánea de inéditos, que concluye con una gavilla de haikus, estrofa que el poeta no había cultivado antes (aunque sí coplillas, muchas tan similares al célebre metro japonés), pero donde figuran no pocos tan refrescantes como éste: El pingüino/sería buen camarero/para el Gin Tonic. Que te lo sirva alguien con los noventa bien cumplidos, es toda una muestra de carácter … y de escritura.

Si ha permanecido fiel a las tres constantes que la definen (música, sentimiento y emoción), cada vez más depuradas, hasta alcanzar un estilo propio, esta segunda entrega múltiple viene a confirmar la proclama del editor: “(Nos hallamos) ante un escritor de una enorme consistencia, y de unas proporciones, tanto por calidad como por capacidad creadora, que le sitúan en el palco de honor de la poesía española de su tiempo” (pág.11).

Otro asunto es conseguir entrada para esa sede honorífica desde un rincón periférico, poco atendido por los medios si no es para dar alguna noticia amarilla. Tampoco debe preocuparle mucho al autor, recordando la respuesta de Don Quijote al labrador Pedro Alonso: “Yo sé quién soy” (Parte I, cap. V). También lo sabemos cuantos lo seguimos habitualmente.

Y fácil les resultará a los lectores, merced al Ayuntamiento de la capital extremeña y el trabajo del editor, introducirse en un corpus poético de cuya visita nunca se sale inmune. Desde la perfección de sus sonetos (Ricardo Senabre dixit) a las libertades del versolibrismo, cualquiera fuere el metro elegido, el decano de la poesía extremeña alcanza a conmovernos indefectiblemente si nos conduce a los territorios íntimos  (las horas fugaces, el miedo a la muerte, el hervor de la sangre, las nostalgias y fabulaciones infantiles, el lenguaje mismo) o a los paisajes por él más amados (las calles, plazas, ríos y monumentos de Mérida; los encinares de la dehesa, las salinas gaditanas, algún rincón de Madrid o Venecia, el coso encendido por los olés, la butaca de un cine…).

Podríamos decir sobre este impresionante corpus de Rafael Rufino lo que López-Arce escribe a propósito de Mies encendida: “Es la respuesta que, como hombre contemporáneo, da a la angustia y a las inquietudes que en él ha despertado la propia tradición. Una respuesta poética, porque semejante diálogo no deja de dilucidarse en la esfera de la metapoesía, de esa suprarrealidad que, bajo la égida del lenguaje, cubre lo cotidiano, lo accesible, lo inmediato, lo racional. Estamos ante el más auténtico marco de la literatura” (pág. 23).

 

 

 

 

 

 

Rufino Félix Morillón, El tiempo y el mar (II). Mérida, Ayuntamiento, 2020.

 

 

 

 

 

 

 

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