Ricardo Valero (Ibiza, 1963), premio Loewe, es uno de los poetas más distinguidos entre los de su generación. Así lo reconocieron los responsables del aula de literatura E. Díez-Canedo cuando lo invitaron a participar en la misma (2006), publicándole el cuadernillo de versos habitual.
Valero, que cultiva también con idéntica fortuna la novela y el ensayo, parece haber encontrado casa editorial en Periférica, donde ha visto luz sus obras Los extraños, El arte de la fuga, Las transiciones, Duelo de alfiles, Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza y la que más se parece a la entrega que hoy reseñamos, Enfermos antiguos.
Breviario provenzal es un libro de viajes, con dos partes bien diferenciadas, escritas entre 2007 y 2010, reunidas ahora. La primera constituye la narración, repleta de citas culturales e históricas, de la ruta que el autor realizase con otros amigos por la Provenza profunda, lejos de sus grandes núcleos turísticos, durante unas vacaciones estivales. La segunda, compuesta a modo de diario, evoca, en prosa de alta intensidad lírica, las emociones que le fue suscitando aquella ruta.
Pocos territorios como la antigua provincia romana funden con tan enorme exuberancia arte y paisaje. Lo intuyó bien Petrarca, que habitó largo tiempo en aquellos rincones luminosos, según expresa su célebre epístola Ad Donisium de Burgo Sancti Sepulcri. Al gran humanista italiano (1304-1374), padre de la literatura renacentista, le conmovió sobremanera el ascenso al Mont Ventoux y la panorámica que desde allí se ofrece. También Valero repite la experiencia y se nos descubre no menos conmocionado. Como lo percibimos al visitar otros muchos lugares, quizás menos famosos que la cima hoy famosa por el Tour, pero también extraordinariamente atractivos (el macizo de Vaucluse, Arlés, el acueducto del Gard, Aix-en-Provence, Aviñón, Vauvernagues, Les Dentelles de Montmirail, la abadía de Sénanque ).
Pero lo que más llama la atención de estas páginas son las referencias a los grandes artistas del pincel y la pluma, habitantes unos por largo tiempo en la Provenza, ocasionales acaso otros. Sobre cada uno de ellos se recogen iluminadores apuntes. Personalidades de las letras como el dicho Petrarca, Mallarmé, Mistral, Albert Camus, Rilke, Giono, Heidegger, o de la pintura como Van Googh, Gauguin, Cézanne y Picasso “descubrieron aquí la posibilidad de mirar de frente la luz y de nombrarla, y lograron acceder con ella, consciente o inconscientemente, a los reinos siempre oscuros y fríos de la memoria” (pág. 79). Es el gran secreto de paisaje provenzal, al que de algún modo también queda iniciado el lector de Valero.
Aunque el gran cicerone continúa siendo René Char (1907-1988), el poeta de la Resistencia contra los nazis, nacido y criado en la región, cuyos versos seducen a cuantos se aproximan a aquella privilegiada naturaleza. El autor le rinde homenaje explícito con “Junio en casa del doctor Char, según se titula la parte segunda. Sus apuntes memorísticos, auténticos poemas en prosa, nos van revelando la exquisita sensibilidad del escritor ibicenco. A preguntas como ¿Qué puede querer de mí este aire que llega con la luz, dentro de la luz, con su rutina amorosa de albaricoques nuevos? (pág. 83), sólo cabe responder con lenguas de fuego, abrazándose a los relámpagos nocturnos, siguiendo la claridad de erizos negros pisados al amanecer y el canto silvestre de salivas invisibles o guiándose según las profecías profundamente habitadas por las raíces del helecho.
Vicente Valero, Breviario provenzal. Cáceres, Periférica, 2021.