En ocasiones múltiples se atribuyó al claustro de la Universidad de Cervera haberse declarado, ante Fernando VII, lejana a la “funesta manía de pensar”. Tan vergonzosa excusa podría asimilarse al reproche que Ramón Dou, canciller de dicho centro y diputado por Cataluña en las Cortes de Cádiz, manifestase contra el “ardiente deseo de discurrir con novedad, que es la manía de nuestro tiempo”.En cualquier caso, lo cierto es que la Gaceta de Madrid (3 mayo 1827) publicaba un memorial de gratitud, dirigido al Rey por unos “individuos anónimos de esta universidad de Cervera”, que declaraban sin pudor: “lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir”.
En la manía de pensar se halla incurso, desde su juventud, Emilio Luis Méndez Moreno, según tiene bien demostrado. Natural de Badajoz (1960), licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla, con cuyo Departamento de Estética y Teoría del Arte colaboró durante varios cursos. Se doctoró con una tesis cuyo resumen publicaría en la obra Ensayo sobre el finalismo histórico de F. Fukuyama (1998), excelente estudio sobre el polémico pensador, que haría célebre la proclama: “El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas”.
Profesor de Filosofía y miembro de la Junta directiva de la UBEx, Emilio Méndez fue responsable para esta última de la reedición (2007) del Discurso sobre la situación de España, un texto revulsivo del extremeño Juan Donoso Cortés. Años antes (2004) había publicado De las contradicciones del humanismo, ensayo que ahora, casi cuatro lustros después, vuelve a ver la luz, profundamente repensada y corregida, si bien con plena fidelidad a sus intuiciones básicas. Por otra parte, el autor recoge también el impacto de los grandes acontecimientos que en este periodo han conmovido la escena internacional (v.c., el incremento del terrorismo islamista, la crisis económica, los grandes casos de corrupción sociopolítica o la pandemia del Covid-19).
El ensayista extremeño, que conoce profundamente a F. Nietzsche, elige también como fórmula expresiva el aforismo, mucho más frecuentada en literatura que en los tratados filosóficos clásicos. Son varios centenares los aquí reunidos, todos con luz y tensión propia, capaces de producir como un latigazo tras otro en los lectores. Más aún si no se rehúyen (más bien, se privilegia) el recurso a la ironía, la provocación o el oxímoron. No se olviden el yo soy dinamita o cómo filosofar a martillazos de Nietzsche.
No es el único pensador que en el libro se citan. Una extensa nómina van siendo oportunamente recordados, con Heidegger, Adorno y Cioran de forma recurrente. Entre los españoles, Ortega y Unamuno.
Los textos aforísticos acostumbran a producir una espiral en torno a varias cuestiones axiales, sobre las que se incide una y otra vez, enfocándolas desde diferentes perspectivas, resaltando puntos inéditos, enriqueciéndolas con luces distintas. Es la noria que su y baja por la misma ruta, aportando aguas nuevas en sus cangilones.
No voy a pretender resumir libro tan rico y complejo, que sin duda merece la atención de cualquier persona preocupada por el porvenir del hombre contemporáneo (si es que le aguarda alguno), el futuro de las democracias europeas y, muy en concreto, el de España (sometida a tensiones crecientes). Mucho más proclive a detectar “las contradicciones del humanismo” que a proponer remedios, el autor demanda lecturas atentas, sin prejuicios ni mensajes estereotipados.
“Nur ein God kann uns noch retten”,”Ya sólo un Dios puede salvarnos” (Heidegger, ante el imperativo absoluto de la técnica). Pero “el cadáver de Dios” (Nietzsche) –por no decir el de tantos millones de personas víctimas de los totalitarismos – abruma a ateos y creyentes, generando una cultura nihilista en la que la razón económica resulta absorbente, más allá de cualquier apelación filantrópica, democrática o utópica. Frente a la alienación hoy generalizada, ¿dónde fundamentar una escala de valores que imponga el respeto al individuo, la atención a los más débiles, la actitud estética, la elegancia de costumbre, el silencio digno, el trabajo bien hecho, el culto a la familia?
¿O hay que renunciar y enfrentarse al abismo cultural, ético, político, religioso humanístico consecuente?
Emilio Luis Méndez Moreno, De las contradicciones del humanismo. Badajoz, Editamás, 2021.