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Manuel Pecellín

Libre con Libros

¿FLACAS MUJERES?

 

Federico García Carvajal, investigador norteamericano (Laredo, Texas, 1959), de origen sefardí, publicaba el año 2012 el volumen Las Cañitas. Un proceso de lesbianismo a principios del XVII (Palencia, Simanca Ediciones), que causó bastante revuelo. Allí aparecen las actas de los tes procesos que contra Inés Santa Cruz y Catalina Ledesma desarrollaron las audiencias reales de Castilla y León (1601, 1603, 1606) acusándolas de “prostitutas y bujarronas, cuya operación ejecutaban con una caña en forma de miembro viril”. En esta documentación (Archivo General de Simancas. Cámara de Castilla 2557, legajo 9) se ha inspirado Miguel Ángel Márquez para escribir su nueva novela. (La anterior, Berlín/Sevilla, Punto de fuga, apareció en la editorial Renacimiento, 2013). Suyo es también el poemario Semejante a la dicha (Fundación Odón Betanzos, 1996)

Natural de Villafranca de los Barros (1959) el autor es catedrático de Teoría de la Literatura en la Universidad de Huelva, donde también ejerce el prologuista, Luis Gómez Canseco (Don Benito, 1963), reconocido estudioso del Renacimiento y Siglo de Oro españoles.

En El curioso impertinente, relato que Cervantes intercala dentro del Quijote (1ª parte, cap. XXXIIII), leemos como Camila trata de disuadir a Leonela para que no la incite a que la traspase con la daga de Anselmo: “Mira, señora, que somos flacas mujeres”, le arguye.

Sin duda, animosas en extremo se mostrarían Inés y Catalina a la hora de vivir sus amores prohibidos, amañándose para estar juntas bajo ingeniosos tapujos; defenderlo ante propios y extraños y arrostrar los castigos (torturas, destierros, humillaciones públicas, condenas a muerte después conmutadas) que las autoridades habrían de imponerles.

M.A. Márquez, a partir de hechos documentados por G.G. Carvajal, más lo mucho que lícitamente imagina, reconstruye las atormentadas biografías de aquellas dos mujeres, contextualizándolas de manera brillante. Inés de Santa Cruz se nos aparece como dama madura y atractiva, de influyente estirpe judeoconversa, muy culta, gran conocedora del latín y de la Tora (habría estudiado algún curso, en la universidad de Salamanca, con disfraz varonil), bien informada ya de la teoría heliocéntrica. Dirige en Valladolid, por entonces sede de la Corte Real, un beaterio para mujeres desamparadas, (más tarde, abre otro similar a orillas del Tormes).  Allí conocerá a la joven Catalina, de humilde origen, originándose así una relación homosexual cada vez más estrecha, cuyas vicisitudes se nos irán narrando con gran finura psicológica y de modo explícito incluso en las escenas más eróticas. Tampoco los jueces se mostraban pacatos al describir hasta los menores detalles de cómo aquellas mujeres “trataba la una a la otra con un artificio de caña en forma de natura de hombre… hasta que de­rramaba las simientes de su cuerpo en la natura de la otra por lo cual las llamaban Las Cañitas y esto es público y noto­rio entre las personas que las co­nocen”.

Es una de las diferentes versiones, a cual más cruda, que recogen las actas judiciales. Siempre al filo de la navaja, aunque en ocasiones encuentran ayudas en familiares y amigos, generosos o cómplices, las dos mujeres se amarán hasta el fin de sus días. El perdón del Rey las eximió de males mayores.

M.Á. Márquez, cuya vena lírica no se oculta, escribe en una prosa magnífica, con espléndidas imágenes y una riqueza léxica deslumbrante, muy acorde frente los tiempos, oficios, situaciones, usos y costumbres o personajes manejados.  Resulta delicioso encontrarse con términos, siempre traídos oportunamente, como hendijas, arria, cordellate, azaque, dornajos, jamuga, tusona, sayuelo, alfaquín, chambranas, cimillo y tantos otros. Por lo demás, el relato se enriquece a menudo recurriendo a letrillas, romances, canciones y dictados de la literatura popular, cuando no se transliteran textos bíblicos.

 

Miguel Ángel Márquez, No somos flacas mujeres. Madrid, Sial/Narrativa, 2021.

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