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Manuel Pecellín

Libre con Libros

LOS ALIMENTOS DE PACO RANGEL

 

Natural de Mérida (1943), donde estudia el bachillerato superior,  y residente en Montijo, Francisco Rangel, que ha trabajado siempre en la empresa privada (jefe de ventas de DIVENSA), no duda en declararse “escritor autónomo”. Lo es, en muchos sentidos. Autodidacta, al margen de grupos o movimientos literarios, estudia y compone lo que le apetece, a menudo autoeditándose e imprimiendo sus creaciones, en tiradas cortas, numeradas y de buen gusto. Superan el medio centenar los libros que ha dado a luz: biografías, ensayos, narraciones, preceptivas y, sobre todo, poemarios.

Rangel se busca el “pabulum animae” (nutrimento para el alma) en las más diferentes praderas. Lo mismo recurre a los clásicos grecolatinos (estudios sobre Homero, Safo de Mitilene, Apasia de Mileto), que a la filosofía sufí (Ibn´Arabí de Murcia), los románticos (Espronceda, Rosalía, C. Coronado), las sociedades secretas (Illuminati, cátaros, masones), la Generación española del 27 y sus epígonos (Lorca, Miguel Hernández), el flamenco o la “poesía del compromiso” (P. Neruda, R. Alberti). El catálogo de sus publicaciones es impresionante.

Pabulum animae aparece con un doble prólogo que suscriben, respectivamente, el novelista Jesús Sánchez Adalid y Jesús Méndez Sánchez, profesor de Filosofía. El primero resalta los contenidos religiosos del poemario, ocupándose el segundo de las estrategias formales con que se construye esta ambiciosa entrega.

La obra se estructura en cinco partes, que evocan las clásicas fuentes del ser, tan requeridas por los presocráticos (agua, tierra, aire, fuego y luz), más los sonetos epilogales. Los oportunos versos de San Juan de la Cruz, traídos como entradas, anuncian la carga mística que impregnan todas las composiciones. Si en algunas el sentido trascendente es tan explícito como para sustentar el diálogo directo con Dios, en todas late esa tensión que induce a elevarse por encima de lo material y empírico hacia planos mistéricos superiores. No deja de suscitar interés que hombre de tanta reciedumbre como Rangel, tan atento siempre a los problemas sociales, se abra ahora a esta proyección sobrenatural sin complejos ni cortapisas.

Aunque amante también de los metros cortos (siente predilección por haikus y tankas), aquí utiliza versos de arte mayor, libres y blancos casi siempre, sin omitir la solemnidad de los sonetos, propicios para los temas abordados. Bien apegado a la tierra, Rangel elabora a menudo sus imágenes recurriendo a la flora y fauna locales. Los poemas “Vergel” (pág. 21) o “En la sierra” (pág. 25) lo ejemplifican perfectamente. No obstante, en ocasiones se escapa hacia remotas singladuras, que se intuyen inspiradas en Homero, el Génesis, San Juan evangelista o algún manuscrito medieval.

A Jesús Mendo le traen a la memoria estos poemas otro del gran F. Hölderlin: Es derecho de nosotros, los poetas, /estar en pie ante las tormentas de Dios,/con la cabeza desnuda/para apresar con nuestras propias manos/el rayo de luz del Padre, a él mismo./Y hacer llegar al pueblo envuelto en cantos/el don celeste.

Convertir la palabra en “pabulum animae” resulta empresa de elegidos. Proponérselo con honestidad, sencillez, pulcritud y un punto de atrevimiento, una osadía digna de nuestra gratitud como lectores. Si en La andadura y el vuelo (Elya Editorial 2014) el poeta percutía obsesivamente sobre la conciencia de la finitud del hombre, la apertura a la trascendencia que aquí ofrece, con la pasión habitual en todos sus escritos, no es menos honorable. Rangel, auténtico “outsider”, con nieve ya en las cumbres de su arquitectura gigantesca, se merece todo nuestro respeto y admiración.

 

 

Francisco Rangel Rodríguez, Pabulum animae. Montijo, mayo 2022, autoedición.

 

 

 

 

 

 

 

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