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Manuel Pecellín

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TERNURA CANINA

                 

Pertenece Jean Grenier (1898-1971) a esa formidable pléyade de pensadores franceses más proclives a debatir sobre cuestiones éticas, estéticas, sociales, sicológicas o lingüísticas, sin trascender los “límites del lenguaje” (I Wittgenstein), que en torno a las de la Metafísica tradicional (si bien no renuncien del todo a estas últimas). Nacido en París, vivió su infancia y adolescencia en la Bretaña, región francesa profundamente marcada por el catolicismo. Grenier mantuvo su fe en Dios, pero, según en esta misma obra declara, no podía conciliar bien la existencia de un ser Supremo (omnisciente y omnipotente), con la presencia del mal en el mundo. Le resultaba imposible a Albert Camus, a quien Grenier dio clases de Filosofía en Argel y con quien mantuvo una sólida amistad (se ha publicado en Gallimard la correspondencia cruzada entre los dos). El futuro premio Nobel dedicaría al filósofo su primer libro, L´envers et le droit, así como el más conocido L´homme revolté. Por su parte, el maestro publicaría en aquel candente 1968 la obra Albert Camus. Souvenirs, con el que obtuvo el prestigioso “Gran Premio Nacional de las Letras” francesas.

Sin duda, Grenier no defendía el credo revolucionario de su alumno. No obstante, ambos se oponen a todo tipo de dictadura, incluida las supuestamente de izquierda. Autor de una obra prolífica, el bretón terminaría siendo catedrático de Estética de la Sorbona; amigo de muchos intelectuales galos –su larga colaboración con la mítica Nouvelle Revue Française se lo facilitaba – y atento también a otras culturas (judía, hindú, confucionista, persa).

Es precisamente a imitación del ritmo de los cuartetos de Omar Jayam y los “gazales (versos con coplas y estribillo de Hafiz) como manifiesta (pág. 53) que compuso Sur la mort d´un chien (Gallimard, 1957. Escrita en una prosa muy cuidada, consta de 90 textos breves, a) modo de aforismos, más otro de carácter epilogal donde resume cómo concebía las relaciones entre los animales y el hombre. Prácticamente todos están inspirados en las que él mantuvo con Taïaut, un perro al que sacó de la calle y fue luengos años su fiel acompañante por doquiera le tocó discurrir.

Setenta años después, cuando de forma tan radicalmente distinta a los modelos tradicionales se contempla el tratamiento que el hombre debe dar a todos los seres de la naturaleza, de forma especial a los más evolucionados y próximos a nosotros (incluso llegan a ser miembros legales de la familia), las tesis de Grenier resultan comúnmente aceptadas. Sin embargo, sus reflexiones siguen siendo iluminadoras y seguramente compartidas desde experiencias comunes. Tampoco yo olvidaré nunca la mirada de Quercus, nuestro mastín envejecido cuidando a los de casa, al percatarse de la inyección con que el veterinario le dispuso el término de sus ya claudicantes días.

Grenier, que también escribió otro libro, Les Îles (prólogo de A. Camus), en memoria de Mouloud, su gato de compañía, plantea aquí interrogantes axiológicas como dónde fundamentar la diferencias y similitudes entre las distintas especies animadas; la permisión de la eutanasia; el sentido de la vida y de un posible más allá; las respuestas de la filosofía y la religión a la inevitabilidad de la muerte o los vínculos que nos unen con la Naturaleza (él la escribe en mayúsculas).

Las repuestas surgen fulgurantes, iluminaciones que chispean y dejan paso a otras luces para nuevas zonas de inquietud. Auténticos poemas en prosa muchas de estas composiciones, vertidas a un perfecto castellano por Laura Salas Rodríguez, cargados a veces de ternura y nostalgia, constituyen un hermoso homenaje al perro junto al que se vivieron tantas horas de estudio, viajes, visitas … hasta la ineludible decadencia y la inyección letal.

 

 

Jean Grenier, Sobre la muerte de un perro. Cáceres, Periférica, marzo 2022.

 

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