Para conmemorar el primer centenario del fallecimiento de Felipe Trigo, la Diputación pacense organizó (primavera 2017) la muestra, alentada por Luis Sáez, Principio de incertidumbre, título que sugería similitudes entre la época del suicidio del novelista y la nuestra. El catálogo de la exposición – celebrada alternativamente en Badajoz y Villanueva de la Serena – se abría con el extenso artículo “Felipe Trigo. El hombre. El padre”, magnífico preámbulo de la obra. Lo suscribe Carmen Trigo Casla (Madrid, 1932). Era la primera vez que afrontábamos la lectura de un trabajo compuesto por la nieta del fecundo escritor y desde entonces no hemos dejado de admirarla.
Las calidades de su prosa nos volverían a sorprender en otra entrega similar, aunque de origen anterior: “Felipe Trigo. Breve paseo por su vida y por su arte”, que remitiese para otro catálogo, el de la muestra Felipe Trigo, fotógrafo (Badajoz, MEIAC, 2018), comisionada por Matilde Muro, con inspiración de Antonio Franco.
Surgen así estrechos vínculos, según ella misma ha declarado, entre la heredera espiritual del escritor villanovense y los directores de la Editora Regional de Extremadura y del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo. La muerte arrebató al último, aunque su memoria perdurará, junto a tantos testimonios de cuanto hizo, en el cálido epílogo con que concluye la obra aquí presentada.
Retorno, a la que Luis Sáez pone un preámbulo imprescindible, es novela de carácter autobiográfico, aunque bien diferente a las clásicas del género; mucho más que libro de memorias, suma de imágenes sugeridas con la consciencia de las pesadumbres que impone la vejez.
Carmen Trigo, solapada bajo el nombre de Elisa, es la niña-adolescente-mujer-anciana que, sin atenerse al rigor cronológico, nos irá presentando a los miembros de tan singular familia, si bien quien asume el núcleo de las evocaciones es la madre, admirada y queridísima. Admirable mujer, gira en el ritornello a veces agobiante de esta “rêverie”, como el epicentro de todos los Trigo. El padre, arquitecto, artista y músico, otro Felipe melancólico, permanece entre brumas. Tías, primos, allegados… se acogen a la hospitalidad que el abuelo les enseñó, más necesaria en los años de la guerra civil y la no menos trágica posguerra. Ocasionalmente, hacen su aparición personajes populares, cariñosamente acogidos en visitas de cumplimiento o trabajo.
Carmen hizo el bachillerato en el Liceo Francés de Madrid. Estudió Filología Románica en la Complutense, donde fue alumna de Dámaso Alonso, completando formación con estudios de Bellas Artes. Consigue una Beca del Conseil Municipal de Paris y se traslada a aquella ciudad, que tanto el abuelo idealizó. Ese viaje marca su vida. Más peso existencial alcanzaría, y así se refleja en Retorno, su decisión de combinar la independencia máxima posible con el cuidado de los familiares enfermos. También se ocupará de mantener el enjundioso archivo que sus mayores le han ido legando.
Admira que, a los noventa de edad, con tantas tribulaciones sobre espaldas débiles en apariencia, conserve la frescura, el sentido del humor y la fidelidad a la Vida perceptibles en estas páginas (El Amor en la vida y en los libros fue uno de los grandes ensayos del abuelo, junto con Socialismo individualista, que acabamos de reeditar en la ERE).
Como en certamen polifónico, la voz en off de la narradora, los soliloquios, monólogos y diálogos de Elisa (Carmen) se suceden e hilan esta compleja trama existencial, donde la autora asume sus propias similitudes con la madre añorada, figura llena de sabiduría, sentido común y encantos.
Agradezco a Nieves Moreno, Víctor Guerrero y Martín Carrasco la ayuda prestada para la redacción de esta reseña.
Carmen Trigo, Retorno. Almería, Círculo Rojo, 2021.