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Manuel Pecellín

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                       CARDENAL MERRY DEL VAL. SEDA Y ACERO

 

Monseñor Alberto González (Badajoz, 1970) es un sacerdote extremeño de sólida formación, pluma galana e ideas conservadoras, radicalmente asumidas, que él no oculta en momento alguno. Se formó en el seminario de Toledo, según las directrices del cardenal Marcelo González, a quien profesa honda admiración. La misma que declara a su biografiado, de quien ha escrito una auténtica hagiografía. Sobre el famoso cardenal, “il mio Merry”  de Pio X, tan español pese a su lugares de nacimiento y estancia,  (Londres, 1865-Ciudad del Vaticano, 1930), ya anticipó un texto, de carácter divulgativo (2005). Lo compuso en Roma, cuando, estudiante del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, residía en el Colegio Español de San José. La presente entrega es obra “muy retocada: con no pocos y muchas ampliaciones”, declara en su “pórtico” el autor (pág. 22). Lo que sí mantiene es el entusiasmo por quien fue la mano derecha del Papa a quien sirvió como Secretario de Estado, así como el estilo de escritura desenvuelta, con timbres coloquiales, abundancia de oraciones conativas y fáticas para conseguir la complicidad de los lectores, el sentido del humor y los excursos donde compara con los tiempos presentes los vividos en aquellos finales del XIX y primer tercio del XX.

El doctor Alberto González fue párroco de Peñalsordo y Capilla, pasando a trabajar en Roma (2006-2014) para la Congregación para los Obispos. Benedicto XVI lo nombró (2011) Capellán de su Santidad y desde 2015 es Delegado para la Vida consagrada en Córdoba, a la vez que desarrolla labores conferenciante y dirección espiritual por España e Hispanoamérica. A la vez, ha ido dando a luz un buen número de biografías con el fin de dar a conocer al gran público personas con las que siente profundas afinidades: San José Maria Rubio, el Beato Marcelo Spínola, Santa Maravillas de Jesús, Santa Maria Micaela del Santísimo Sacramento, Santa Génova Torres, San Juan Pablo II o el Beato Tiburcio Arnaiz. Hace no mucho, reseñábamos en Hoy su libro Juan de Avila. Messor eram.

Este último aparece con cálido prólogo de Domingo Merry del Val, sobrino del personaje estudiado. El título, ¡Dame almas”, inspirado en un episodio bíblico (Génesis, 14, 21), recoge su desinterés por los bienes materiales (vivió siempre austero y murió pobre), tan distinto del de los cardenales del Renacimiento, a quien a menudo se lo compara por el porte aristocrático, empuje y cualidades humanísticas (políglota, compositor y pianista, dibujante, poeta, deportista).

Merry del Val (sus enemigos embromarían llamándole Merry devil), hijo de un importante diplomático español, llevaba en sus venas sangre de cinco naciones, cuyos idiomas aprendió en el seno familiar (más los que aprendió). Tras irse formando en Inglaterra y Bruselas, recalaría en Roma. Allí se hace sacerdote; estudia diplomacia en la Academia de Nobles Eclesiásticos (que más tarde presidirá) y, muy joven, comienza a trabajar como “camarero secreto” para León XIII, que no duda en encomendarle labores de responsabilidad creciente. Pero es al morir el pontífice de la Rerum Novarum, encíclica clave de la Doctrina Social de la Iglesia, cuando se inicia el impresionante cursus honorum de quien, al parecer, soñaba con una humilde parroquia.  Apenas tiene treinta años y se le encarga organizar un cónclave especialmente difícil por interferencias políticas (veto del emperador de Austria al cardenal Rampella, presunto electo). Al fin, el humo eleva blancura en nombre de Sarto. Hombre de orígenes humildes e ideas conservadoras, nombra al español Secretario de Estado. Merry con fidelidad absoluta a Pío X hasta el fallecimiento del Pontífice. Juntos afrontarán asuntos sumamente espinosos: relaciones con el gobierno de la República romana, la “cuestión francesa”, la creciente secularización de Europa, el ecumenismo con la iglesia Anglicana, el desarrollo de los credos revolucionarios.

Pero Pío X y su mano derecha pasarán a la historia fundamentalmente por la lucha contra lo que dio en llamarse Modernismo (religioso y filosófico, pues también lo hubo en literatura y bellas artes). Las tesis papales están recogidas en el llamado iusiurandum antimodernistum, juramento que habrán de hacer quienes reciban las sagradas órdenes. Duró hasta el Vaticano II. Es sin duda uno de los documentos eclesiásticos más polémicos.

Fallecido Pío X, Merry siguió laborando en otros dicasterios que conocía bien, sobre todo el de la Congregación del Índice (Santo Oficio), sin perder nunca un estrecho contacto con instituciones sitas en los barrios más pobres de Roma, como el Transtevere o el Testacio. Él mismo las asistirá a menudo con sus siempre menguantes recursos económicos. Al fin, una estúpida operación de apendicitis terminó destruyó la recia arquitectura del gran hombre.

Un toque extremeño: repasando las Actas de la Sede Apostólica de 1910, encuentro la felicitación que Merry dirige a Ramiro Fernández Valbuena, que le ha remitido su obra La Arqueología grecolatina. Al antiguo canónigo de la catedral de Badajoz, que se las mantuvo con el catedrático krausista Tomás Romero de Castilla, el Secretario de Estado le reconoce que “sus trabajos son un claro testimonio de su incansable laboriosidad y celo santo en defender el tesoro divino de los sagrados libros”.

 

Alberto González Chaves, ¡Dame almas! Una biografía del cardenal Merry del Val. Madrid, Homo Legens, 2022.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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