CASCALES MUÑOZ, SOCIÓLOGO REGENERACIONISTA
Cascales Muñoz (Villafranca de los Barros, 1865-Madrid, 1933) fue un intelectual polifacético, bien conocido en su época, la de la Generación del 98, prolongada hasta la II República. La presencia de este inquieto “literato”, según le gustaba llamarse, aunque prefería el calificativo de “sociólogo”, fue habitual en los periódicos, revistas, instituciones y librerías del primer tercio del pasado siglo. No obstante, su figura cayó en casi completa desmemoria, incluso para los estudiosos que se han ocupado de materias sobre las que el extremeño hizo notables aportaciones. Por fortuna, no le falta la voz correspondiente en el tomo III de la Gran Enciclopedia de Extremadura (1990), entrada suscrita por A.M.V. (Antonio Merino Vicente). Todos cuantos alguna vez nos acercamos a tan poliédrico personaje nos ateníamos a la vieja obra de Elías de Tejada, Tres escritores extremeños: Micael de Carvajal, José Cascales Muñoz, José López Prudencio (Cáceres, Diputación, 1950) y a los datos, no siempre fiables o inequívocos, que el autor deja caer en sus publicaciones. Entre éstas, dos especialmente: Apuntes para la historia de Villafranca de los Barros (Madrid, 1904) y Solo Dios es grande: el libro de los Cascales (Toledo, 1932), que Juan José Sánchez González dice “escrita por mano ajena”.
Son muy de agradecer los esfuerzos que este doctor en Historia del Arte, natural también de Villafranca (n. 1984), ha debido desarrollar para escribir la biobibliografía de su prolífico paisano. Si le resulta difícil establecer con exactitud el pensamiento de Cascales, se debe a los profundos cambios que éste experimentó, desde la juventud revolucionaria a una vejez acomodaticia, y a que acaso él mismo no lo tuvo muy claro, o no llegaría a expresarlo con exactitud.
Cascales hace los dos primeros años de bachiller en el Instituto de Badajoz, justamente cuando en dicho centro sobresalen catedráticos krausistas, entre todos Tomás Romero de Castilla. Tras graduarse en el de Sevilla, estudia aquí Filosofía y Letras, llegando ser uno de los fundadores del Ateneo y la dinámica Sociedad de Excursiones. Se doctora en la Universidad de Madrid, donde consigue se cree la cátedra de Sociología, materia que él mismo imparte durante el primer curso, pero cuya titularidad no pudo obtener. Recae precisamente en otro seguidor de Krause, Manuel Sales y Ferré, ¡a quien tenía como maestro. Decepcionado, abandona el camino de la enseñanza para fungir hasta su jubilación como funcionario del Ministerio de Instrucción Pública. Eso le permite atender a sus aficiones de arqueólogo, excursionista, historiador de las artes y las letras, publicista y animador sociocultural.
No se sabe si, según otros ilustres Regeneracionistas, tal Unamuno o Felipe Trigo (léase de éste su reeditado Socialismo individualista) perteneció al PSOE (a Pablo Iglesias lo llama “compañero” en uno de sus escritos juveniles). Sí es seguro que el año 1893 se afilió a la UGT en tanto miembro de la sociedad de encuadernadores El Libro. Nunca abandonará el interés por buscar soluciones al “problema social” y las simpatías hacia la clase trabajadora, aunque termine próximo a Lerroux.
Enemigo acérrimo del capitalismo liberal, al que atribuye los males del país (sus críticas me recuerdan a menudo el célebre Ensayo de Donoso Cortés), Cascales propone como antídoto el “socialismo gremialista”, de inspiración medieval, indiferente al régimen de gobierno dominante. Fórmula confusa, utopía nunca bien definida, con los años irá decantándola hacia el término segundo del sintagma, aproximándose peligrosamente a los totalitarismos fascistoides. Otro punto básico de su pensamiento es la reivindicación del hispanismo para contraponerlo a los falsos valores dominantes Europa. Según él, hay que hispanizar el mundo, enseñándole lo mejor de nuestras tradiciones.
Las veía Cascales encarnadas en personalidades extremeñas, como Zurbarán (que para él equivale al Greco de los noventayochistas) o Espronceda. A ambos les dedicó algunos de sus mejores libros. También vio en Guadalupe la síntesis espiritual que los nuevos tiempos tanto necesitaban. Para revitalizar el Monasterio, herido por las desamortizaciones, propuso medidas plenas de interés, como también lo fueron las que imaginó para Extremadura y su querida Villafranca. Lamentablemente, muy pocas se llevarían a efecto. Sí existe el Museo de Villafranca de los Barros (MUVI), algo con lo que soñó “Mathéfilo”, seudónimo del infatigable hombre. Allí se instaló en octubre de 2020 la capilla ardiente para acoger sus restos mortales, traídos desde Madrid. Mejor descansarán ahora, tras el libro de Sánchez González.
Juan José Sánchez González, José Cascales Muñoz. Un intelectual en la España de 1900.
Mérida, ERE, 2021.