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Manuel Pecellín

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                 RAÍCES PROFUNDAS, FRENTE A MODERNIDAD LÍQUIDA

Zygmunt Bauman (1925-2017) consagró la categoría de “Modernidad líquida” para definir la cultura contemporánea. Según este sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío, en los tiempos actuales nada es sólido: todo resulta fluido, cambiante, caduco, coyuntural, efímero e inestable, tanto desde el punto de vista entitativo, como estético, erótico, axiológico, filosófico o  de cualquier otra faceta. No es un pensamiento absolutamente original, pero Bauman supo expresarlo como nadie. Nacidos y criados líquidos, sin raíces, los hombres son vícctimas propiciatorias para los depredadores sociales, hasta el punto de que podrían desaparecer como “animales racionales”. Lo denunciaba ya Saint-Exupéry en el díálogo que mantiene el Principito con la flor tras llegar al planeta azul y descubrir la aterradora ausencia.

Frente a la misma, ningún antídoto mejor que las “raíces”, el anclaje en el terruño ancestral, lo que no se contrapone con el compromiso, la renovación, la puesta al día, sin tener que autodestruirse. Así lo ha visto desde su juventud Francisco Neila (La Garganta, 1941), y así lo trasmite a través de estos dos volúmenes, significativamente titulados “Raíces”. Fue la denominación que quiso utilizar para las entregas publicadas durante lustros en el Semanario Iglesia de la diócesis Coria-Cáceres. Presbítero, capellán del Hospital San Pedro de Alcántara y responsable de servicios múltiples para su obispado, ha recorrido en numerosas ocasiones las parroquias por razones del ministerio las más de las veces, impelido en otras a golpes de nostalgia o admiración ante los lugares transitados. Así fueron originándose estas crónicas viajeras, según las rutas emprendidas. Como el autor percibe también el hálito de las musas, no extrañará que sus textos se impregnen de lirismo e imágenes literarias.

Lo más interesante para Neila Sánchez es localizar y poner de relieve las “raíces”, de indudable signo cristiano, impresas siglo tras siglo por generaciones de creyentes en los lugares que habitaban. Con ese espíritu visita el autor templos, ermitas, oratorios, conventos, santuarios, cruceros, “vía crucis”, hospitales, humilladeros, geriátricos y tantas otras edificaciones, casi siempre monumentales, como en la diócesis caurocacereña abundan. No pocas en ruinas, por culpa de las guerras, invasiones, incurias y las desamortizaciones decimonónicas. El visitante se esfuerza en bocetar la historia de cada población; las características de las edificaciones y sus contenidos artísticos; las personalidades que allí vivieran. Para ello se sirve atinadamente de la bibliografía oportuna, sus propias investigaciones en archivos y hemerotecas, así como de los datos que bien elegidos cicerones le proporcionan. El fruto de tales esfuerzos no resulta nunca cargante, sino que las crónicas se convierten en admirables apuntes, rigurosos y, a la vez, divertidos.

La curiosidad del viajero se dirige también a otras construcciones de carácter profano, donde sabe distinguir “raíces” de la cultura tradicional, fundamentalmente judeocristiana, patrimonio vernáculo digno de todo aprecio: plazas, castillos, blasones, portales, puentes o humildes bujíos. Irá describiéndolos meticulosamente, a la vez que se permite reflexiones de alcance filosófico o teológico. Más de una vez, su atención pasa a elementos etnográficos de carácter inmaterial (fiestas, rituales, canciones, poemas, refranes, costumbres, dictados tópicos) aún persistentes en las poblaciones visitadas.

Recogidas en dos volúmenes, las crónicas se ofrecen aquí por orden alfabético, según los lugares. El primero lleva un preámbulo del escritor (en castellano, fala y habla dialectal), más el lúcido prólogo de Ciriaco Benavente, obispo emérito que bien conoce y admira estos lugares (23), casi todos ubicados en los alfoces de Alcántara y Coria,  Llanos de Cáceres, Las Hurdes y Sierra de Gata. Forzado a elegir, entre tantas páginas admirables, me quedo con las dedicadas a Brozas y su conjunto monumental; el célebre convento franciscano de los Ángeles y el “cottolengo” del P. Alegre próximo a Martinlandrán.  Al describir este hospital para enfermos incurables, el autor resalta lo que en muchos otros pasajes muestra: su opción preferencial, con base cristiana, por los más pobres y desvalidos.

Enrique Gómez Solano prologa sucintamente el tomo II, con una doble referencia a Teilhard de Chardin (“por todas partes crece lo divino y lo trascendente”, según el antropólogo jesuita, codescubridor del “Hombre de Pekín” y místico sublime … incomprendido por sus propios Jerarcas). Son 26 las localidades aquí contempladas, desde Abadía, con el bellísimo (y destrozado) jardín de los Duques de Alba, al que Lope de Vega dedicase elogiosos versos, hasta Zarza de Granadilla, cuya parroquia sirve desde hace casi medio siglo D. Emiliano Moriano Domínguez, otro entusiasta pesquisidor de “raíces” y “cosas perdurables”.

Resumen de toda una vida dedicada a sus ideales, la obra de Neila Sánchez nos parece la mejor guía para recorrer la “Alta Extremadura” y un libro admirable si se la quiere descubrir e incluso disfrutar desde la silla o la butaca.

 

 

 

Francisco Neila Sánchez, Raíces, I y II. Cáceres, Instituto Teológico “San Pedro de Alcántara”, 2021-2022.

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