Saludamos hoy la prometedora inclusión de un nuevo nombre en la cada vez más amplia nómina de creadores extremeños. No es que Virginia Lot sea exactamente una “opera prima”. José Girol García (Cabeza la Vaca, 1974), abogado, colabora como articulistas en diferentes medios; obtuvo un premio con Memoria y Macarena y el verano último puso en escena Un paseo por la historia. Que nos conste, ninguno de estos dos trabajos ha sido impreso. En diciembre vio la luz su primera novela, obra cuya génesis y sosegada maduración el apéndice nos explica, a la vez que propone se escanee el código QR adjunto para acompañar la lectura con las canciones predilectas de sus protagonistas, realmente la banda sonora del propio autor mientras la compuso.
Su interés por el maltrato familia surge, aún adolescente, al escuchar May name is Lukas haciendo las tareas escolares. La canción de Suzanne Vegas lo anima a denunciar algún día la violencia que los pequeños sufren a menudo en el anonimato de sus hogares. Fue una inquietud constante de Girol, que se le reactivará oyendo Barbie Superstar, donde Joaquín Sabina presenta las desventuras de la chica vallecana que tenía los pies diminutos/y unos ojos, color verde marihuana y a los catorce fue reina del instituto, para acabar de tan mala manera.
Virginia no vive en Madrid, sino en lo que parece una pequeña ciudad del norte, con lluvias y fríos casi permanentes; el instituto de segunda enseñanza y la enorme cementera, que da trabajo al padre. Es éste el paradigma del “candil de casa ajena”, amigo de lucirse ante los otros, pero incapaz de relacionarse con la familia sino a base de exabruptos verbales continuos y violencia física desaforada. Chulesco, guapetón y borrachucio, mininarcotraficante ocasional, sólo Virginia es capaz de oponérsele. Los enfrentamientos entre ambos, ante la impotencia temerosa de la madre y el silencio cómplice de los vecinos, terminarán de forma trágica. También ella tiene el ímpetu furioso de los genes paternos.
No es raro que la mala alumna, todavía menor de edad, “tripita” bachiller. Le faltan las condiciones imprescindibles para el estudio. Tan sólo el apoyo de Berta (personaje muy bien bocetado), amiga desde la infancia; su admirable capacidad para el diseño y la ayuda de Laín, un profesor interino valiente y generoso (la mayor parte del claustro es bien poco comprensiva), podrían sacarla del infierno en que se ha convertido el hogar. Aquellos años ochenta del siglo XX, marco temporal de la obra, no fueron tan felices y, sobre todo las mujeres, seguían siendo a menudo víctimas de género.
Victoria, tan lúcida como ingenua, referirá en primera persona su tormentoso devenir. Utilizará el lenguaje desgarrado de la época, el mismo del que sirven los amigos o acompañantes con los que va tropezándose en los patios del Instituto, los bares de la movida nocturna o los encuentros en situaciones más íntimas. Preocupada por sobrevivir y sobrellevar estudios que le parecen anodinos, no muestra interés alguno por la política, como tampoco lo hacen ninguno de cuantos se cruzan en su camino. Es un aspecto de la realidad ausente en estas páginas. Se estructuran las mismas a modo de viñetas rápidas (hasta 75), consecutivas cronológicamente (salvo algún feed-back), a modo de película desarrollada en el curso 1988-89. Con una prosa bien cuidada, ocasionalmente decaída, sobresale por la viveza de los diálogos y las excelentes descripciones ambientales, pero muy claramente merced a la agudeza en la presentación de los personajes, protagonistas o secundarios. Estoy seguro de que Girol García nos proporcionará prontas y felices sorpresas.
Antonio Girol García, Virginia Lot. Badajoz, autoedición, 2022