Hay ciudades que siempre visitaremos en compañía de autores que las han entendido y mostrado como nadie. Difícil resulta disfrutar Dublín, Estambul, París, Nueva York, Madrid, Barcelona o Tokio, olvidándose de Joyce, O. Pamuk, Cortázar, P. Auster, Cela, C. R. Zafón y Murakami. Algo similar va a ocurrirme con Lisboa y Piedad González-Castell tras la lectura de Lo que Lisboa no me contó….
Según le ocurre En la ciudad blanca a Paus, el marinero suizo interpretado por Bruno Ganz (el mismo que encarnará a Hitler en Der Untergang, El hundimiento), la autora extremeña está absolutamente entusiasmada con la capital lusa. Lo percibimos a través de la protagonista de la obra, Candela, con la que podemos identificarla, mutatis mutandis.
Natural de Montijo, donde alienta el premio de narraciones cortas en nombre de su padre, notable escritor republicano, aunque residente ella en Madrid desde la juventud, a Piedad la conocíamos sobre todo por su obra poética. Siendo casi una niña, trató de cerca a M. Monterrey, Luis A. Lencero, M. Pacheco, Jesús D. Valhondo, grupo que, ya en Madrid, ensanchó relacionándose con numerosos creadores llegados también a orillas del Manzanares. Combinando afición al teatro, a la pintura y al estudio (es diplomada en Estudios Teológico y Ciencias de las Religiones), sin dimitir de sus generosos compromisos sociopolíticos, ni de las visitas a Portugal, iniciadas en la niñez e incrementadas en los tiempos últimos por razones personales, Piedad G-C. ha labrado una obra lírica en la que destacaré títulos como El silencio y la Palabra (Diputación de Badajoz, 20039 y Cuarenta días de junio (Huerga y Fierro, 2014).
La voluntad de estilo, el culto a la belleza de las palabras, que distingue a los poetas, es rasgo predominante en todas las páginas de este libro, con magnífica prosa, repleto de imágenes bellísimas. Estamos ante una novela lentamente madurada, que según recoge el colofón se comenzó a escribir el año 2015 en la lisboeta Rúa de la Misericordia; se prosigue en el Algarve y conoce el punto final un lustro después en la plaza Luis de Camoes, próxima a la desembocadura del Telho.
Estructurada diacrónicamente, al ritmo diario de la semana durante la que Candela y sus dos amigos visitan el Chiado, el elevador Da Gloria, la Rúa do Carmo, el Pequeno Jardim, las plazas do Comércio y do Rossio, la Livraria Bertrand Libreiros, la Basílica dos Mártires, el Arco da Rúa Augusta, el MUDE, la Galería Millenium, la Casa dos Vicos (Fundación J. Saramago), el Miradouro de Santa Luzía, nos conduce cálidamente a tantos rincones lisboetas inolvidables. Ninguno como la casa museo de Pessoa y la terraza del café Brasileira, que preside la estatua del genial escritor. Candela, con un don para crear escenas fantásticas, la visita a menudo, besando en la boca a su ídolo literario, ósculo que se confunde con el que sueña darle al amor perdido. A la vez, se anotan apuntes múltiples sobre los admirables caracteres del pueblo portugués, con historia única, cultura riquísima y enjundiosa gastronomía.
Cada día de aquella semana lisboeta se distribuye en tres bloques, pautados por horas litúrgicas. En Laudes, una narradora omnisciente relata los paseos citadinos. Es la parte más atractiva. En las Vísperas, Candela describe en primera persona las experiencias que le provocan sus intervenciones como estudiante de Sociología por diferentes chats. Igual que los homónimos de Pessoa, utiliza aquí múltiples nicks (Colibrí, Poniente, Mistral, OcaLoca, Mornan), aptos para facilitarle vivencias múltiples, algunas cargadas de profundo erotismo. Las Completas recomponen el puzzle de recuerdos, especialmente el amor de Jorge, catedrático de Psicología Social, su atractivo director de tesis sobre las nuevas tecnologías, prematuramente fallecido, con el que estuvo numerosas veces en los rincones ahora revisitados. De todos ellos se van tomando fotos, que constituyen el INSTAGRAM@museodecandela.
Las alternancias del discurso, los feedbcks, guiños literarios y riqueza metafórica enriquecen la muy cuidada prosa. Abundan expresiones, auténticas greguerías, v.c. las gaviotas son como estrambotes en el mar (p. 109), o felices alegorías, tal las que acompasan los elevadores urbanos, con las cremalleras del vestido de la amante (p. 116). Leer el homenaje a los calceiteros (p. 117), los empedradores de las calles, no puede dejar indiferente.
Lisboa es “una ciudad que enamora como una amante traviesa que, poniendo obstáculos a su accesibilidad, termina rindiéndose en el juego amatorio, y se entrega seductora con sus sorprendentes recursos de acercamiento y proximidad” (González-Castell dixit).
Piedad González-Castell Zoydo, Lo que Pessoa no me contó en los extraordinarios día de verano. Almería, Círculo Rojo, 2023.