Nacida en Badajoz y formada intelectualmente en Málaga (bachillerato) y Valencia (Filosofía y Letras), Julia está orgullosa de pertenecer a una ilustre familia extremeña, en la que han brillado con luz propia dos extraordinarios personajes: su hermano Rafael, historiador prematuramente muerto en plena madurez, aunque ya con abundante obra édita, y su genial tío D. Antonio, también arrebatado pronto por las Parcas, sencillamente “el príncipe de los bibliógrafos españoles” (M. Bataillon dixit). Así lo escribí en la reseña que publiqué en HOY de su obra anterior, Germana de Foix (1488-1536). La reina desconocida. Aproximación historiográfica (Madrid, Beturia, 2017) y así se percibe en muchas páginas de esta entrega última, donde se utilizan estudios suscritos por los dos investigadores citados.
Como aquel libro sobre la aristócrata francesa, segunda mujer de Fernando el Católico, también este último tiene un claro carácter divulgativo, por lo que no se atiene a la metodología de una investigación rigurosa. Más aún, está impregnado de militancia feminista. Según destaca en su caluroso preámbulo la cacereña Pilar Rubio López, cronista oficial de Aldeanueva del Camino, la autora se ha propuesto sobre todo dar visibilidad a tantas valiosas mujeres, injustamente ocultadas a la pluma de los historiadores.
Julia Rodríguez-Moñino ha compuesto la biobibliografía de una formidable pléyade (hasta 43 personalidades), entre las que figuran nombres por todos conocidos, junto a otros sobre los que aún pesan densos celajes. Importa recordar que la escritora ha desarrollado también un fuerte compromiso con actividades de carácter social (por ejemplo, largos lustros de trabajo para ASPADIS, Asociación de Disminuidos Psíquicos Profundos).
Cualquier lector medianamente culto respondería a preguntas sobre Beatriz Galindo, Mariana Pineda, Rosalía de Castro, Carolina Coronado, Pardo Bazán, Carmen de Burgos, Zenobia Camprubí, Margarita Nelken, Victoria Kent, Dolores Ibárruri, María de Maeztu, María Teresa León, María Moliner o Ana María Matute, por destacar sólo a varias de las mujeres que aquí se estudian. Todas ellas marcarían huellas bien perceptibles en algún campo. Pero, ¿quién aprobaría un examen en torno a cuanto se debe (y es mucho) a Catalina de Bustamante, María Rafols, Dolores Aleu o la misma María Lejárraga, máximo prototipo de creadora solapada por el esposo, Martínez Sierra?
Como toda selección (recordemos la frase famosa en el mundillo futbolero de “Zidanes y “Pavones”), en ésta las hay indiscutibles, junto a otras de carácter más convencional, en tanto se echan en falta algunas que nosotros preferiríamos. Ya que aludí al deporte del balón, yo me atrevería a proponer un “once” de los aquí ausentes, compuesto por Isabel I, Elena Maseras, Maruja Mallo, Jacinta y Matilde Landa, María Zambrano, Carmen Viqueira, Federica Montseny, Carmen Laforet, María Cinta Balagué y Margaritas Salas. Claro que me saltaría los límites temporales, aparte de que cada seleccionador tiene sus criterios y Julia R. M. se atiene con pleno derecho y pulcritud a los suyos.
Aunque declara abiertamente el respeto, casi siempre la admiración hacia las elegidas, auténticas pioneras en muchos casos (enseñanza, arte, política, medicina, periodismo, espectáculos), la autora sabe señalar los límites carencias e incluso contradicciones en que sus heroínas, como todos los humanos, también incurrieron. Amicus Plato, sed magis amica veritas (¿Aristóteles?).
Julia Rodríguez-Moñino y Soriano, Mujeres españolas relevantes en la historia (1265-1925).Madrid, LiberFactory, 2023.