Hernández Mancha (Guareña, 1951) ha sido otro de los que aprovecharon la reclusión forzada por el Covid para escribir una obra que bascula entre la autobiografía y el ensayo. En la misma se alternan recuerdos personales, anécdotas más o menos sustanciosas, análisis sociopolíticos y apuntes de actualidad que persiguen un doble fin: rescatar la memoria de sus principales labores públicas, injustamente olvidadas en su opinión, y desarrollar un ideario militante contra las tesis más defendidas por las izquierdas. En ambas proyecciones se presenta como escritor culto y bien informado, de prosa diáfana, con notable sentido del humor.
Miembro distinguido e incluso expresidente nacional de AP (reconvertida luego en PP), presume en los capítulos biográficos de un conjunto de logros, cuya consecución va presentando con detalles: la refundación de su partido en la órbita de los populares europeos, luego de la ruptura con M. Thatcher (le horroriza lo ocurrido en Gibraltar con los jóvenes del IRA); el recambio generacional operado en sus filas, tras los “siete magníficos” cofundadores; la regionalización de Alianza Popular, frente al viejo centralismo, ya inoperante; el arreglo de la economía del grupo, tras la ruinosa situación en que Fraga la dejase, consiguiendo nuevas ayudas de la Banca (E. Botín) y el despido del tesorero, Luis Bárcenas, junto a otros corruptos; la mejora de las relaciones con USA, merced al trato con R. Reagan; la ruptura del techo electoral de su partido, a lo que habría contribuido la famosa moción de censura que perdiera contra Felipe González (a quien, por otra parte, reconoce grandes valores, lo mismo que a Julio Anguita) y, finalmente, la reunificación de los grupos de centro-derecha.
Se precia también de haber contribuido a que Adolfo Suárez (por quien no muestra simpatía alguna) no consiguiese levantar el vuelo tras la implosión de la UC. Aznar no habría hecho sino recoger los frutos de siembras y planteamientos que el autor se atribuye. De todo ello se ofrece pormenorizada relación, siempre, según es lógico, a partir de sus muy personales, y por ende discutibles, puntos de vista. También, con alguna imprecisión, como atribuir a la CNT hasta 5 millones de afiliados (p.191), cuando el sindicato anarquista ni durante la guerra civil superó los 2 millones.
Abogado del Estado desde muy joven, H. Mancha, que no olvida sus participaciones en La Clave de Balbín, lleva más de seis lustros al margen de la política, ganándose la vida en su bufete madrileño, pero sin dejar de interesarse por la cosa pública. Se declara admirador de Ortega y Gasset, demócrata convencido y simpatizante con los heterodoxos tanto en religión, como en sociología y literatura, y con un yerno musulmán. Católico, admira a la Orden del de Asís (“la enorme sencillez de la fe franciscana, su sentido de la caridad con el dolor ajeno, su despegue de los bienes materiales…”, p. 85).
Pero, más que nada, al ensayista se le percibe contrario absoluto al socialismo, a cuyos defensores históricos les niega el pan y la sal, atribuyéndoles las mayores catástrofes contemporáneas y considerándolos hoy absolutamente superados por la realidad económica en los países con mayor desarrollo. «Sánchez está con los socialistas del Tercer Mundo, los bolivarianos, toda esta tropa que tiene a sus países en la ruina más absoluta», declara, a la vez que le augura un final próximo si las derechas se unen.
Sus capítulos sobre acontecimientos de actualidad son ensayos en los que analiza la guerra Rusia-Ucrania, la causa del separatismo en Cataluña y Vascongadas, los avances hacia los Estados Unidos de Europa o las relaciones entre Latinoamérica y España, con especial atención a México. Tal vez el de mayor alcance sea el que dedica a las “trampas del lenguaje”, las manipulaciones que a su entender construyen las izquierdas y donde se dejan prender sus contrarios. Se adjuntan un buen número de tales constructos expresivos, cada día más frecuentes en los medios de comunicación. También son de calado sus críticas a lo que, de modo eufemístico, llama “uso alternativo del derecho” por parte de jueces y fiscales, denuncia argumentada con rotundos testimonios.
Entre las numerosas anécdotas referidas por quien se reconoce taurófilo convicto, ninguna más sabrosa que la corrida organizada por el famoso “Pipo” para que El Cordobés lidiase en El Pardo unas vaquillas ante el general Franco, atónito ante la desenvoltura del célebre torero.
Antonio Hernández Mancha, Secretos de mi partido. Córdoba, Almuzara, 2024.