Pocas personas conocerán tan bien como F. Neila (La Garganta, 1941) las poblaciones que conforman la diócesis de Coria/Cáceres, por no decir las de la Alta Extremadura. Seguramente las ha visitado todas y, muchas de ellas, bastantes veces. El ejercicio del ministerio sacerdotal en algunas; las obligadas visitas como consiliario de entidades religiosas varias (Movimiento rural cristiano); el apoyo a compañeros desperdigados por el territorio o el simple afán turístico han ido permitiéndole “llenar alforjas” (le gusta esa expresión) con cuantas noticias va pudiendo allegar sobre cada pueblo. Compone así sustanciosas Crónicas viajeras, cada una de las cuales constituye un riquísimo dossier donde combina referencias múltiples: geográficas, históricas, etnográficas y socioculturales. Sin duda, presta máxima atención a las “raíces” de cada lugar, casi siempre de signo cristiano, aunque recoja también apuntes de épocas prehistórica, romana, visigótica, musulmana, judía, etc. Para ello, se sirve de sus propias observaciones y pesquisas; la ayuda de estudiosos locales y la bibliografía más ajustada. Si añadimos la pulcra prosa de un autor que, por otra parte, demuestra sensibilidad nada común ante los problemas ajenos (singularmente, los típicos de la “España vaciada”), entenderán la atracción de estos trabajos.
Reseñé en HOY sus entregas iniciales (7-I-2023), dos volúmenes conjuntos, publicación que se enriquece ahora con este tercer tomo. Lo prologa admirativamente Jesús Pulido Arriero, prelado de la sede caurocacereña (tomaba posesión el 19-II-2022), que a menudo se hace acompañar de tan sabio cicerone para ir conociendo sus parroquias.
Según hiciera Vicente Barrantes en el Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura (me lo recuerda a menudo la obra de Neila), éste ha decidido presentar las entradas por orden alfabético, en este caso un conjunto de 24 nombres que van desde “Alagón” a “Zarza de Montánchez”. El autor describe lo que ha visto en los pueblos aquí relacionados durante el trienio último, deteniéndose, según dije, en lo que más llama su atención: templos, ermitas, oratorios, conventos, monasterios, santuarios, calvarios, cruces de término, “vía crucis” y demás monumentos de carácter religioso. Describe detalladamente sus orígenes, características, funciones y contenidos ornamentales – en ningún sitio se guardan más obras de arte – sin omitir nunca la bibliografía utilizada (libros de Valeriano Gutiérrez, Gervasio Nieto, Florencio G. Mogollón, J. Aº. Ramos Rubio, R. Rodríguez, D. Rendo, M. Moreno Morgado, J. Rosco, J. P. Blanco, J. Domínguez, F. Barroso, A. Melara Silva, amén de los clásicos, como la Crónica de la Orden de Alcántara, el Diccionario de Madoz, el Interrogatorio de la R. Audiencia o la Extremadura de Tomás López. De utilidad le habría sido la Gran Enciclopedia de Extremadura).
Neila peregrino, pastor, turista enamorado del paisaje y paisanaje de su tierra, dirige también la atención a constructos profanos (“fuera del templo”) como pueden ser los yacimientos arqueológicos, tan abundantes en las comarcas cacereñas; humildes edificaciones de arquitectura vernácula o plazas, o los más nobles castillos, blasones, rollos, portales y puentes de distintas edades. Incluso describe delicadamente fenómenos naturales como meandros y cascadas de los ríos hurdanos o la milenaria encina de Zarza, la Terrona.
El autor nos hace conocer los principales acontecimientos que a lo largo de la Historia han ido produciéndose en los rincones visitado – atención singular a los efectos ruinosos de las desamortizaciones decimonónicas y a la sangría de la diáspora – y avanza breves biografías de los personajes allí nacidos, así como de ilustres viajeros por aquellos lares, cuyas apreciaciones puede reproducir (el Clavero de Monroy, Tomás Ortiz OP, Gabriel y Galán, el obispo P. de Segura, Pedro de Lorenzo, Gaspar Morocho, el Miguel de Unamuno de Andanzas y visiones españolas… Las publicaciones de Melquíades Andrés le han sido especialmente útiles).
Como hombre de fe profunda, aunque sin alharacas ni dogmatismos improcedentes, el escritor de este libro de viajes, histórico y autobiográfico en gran medida, va dejando caer según percibe las oportunidades, numerosas y bien presentadas consideraciones de carácter filosófico, teológico y social, comprensibles en texto de estas características
Por último, señalaré que no faltan apuntes “gratuitos”, sin duda los más próximos al lenguaje literario, como las descripciones de dehesas recién florecidas tras las lluvias; el esplendor de los atardeceres o el que titula, rompiendo el ritmo localista, “La golondrina del Cristo del Amparo”, las páginas (73-75) de mayor alcance poético.
“Se fueron los grandes y los chicos. Toda Extremadura (…) se convirtió en un adiós doloroso, agónico, desesperanzado. Se quedaron las calles vacías y apareció el silencio que muerde, que se masca sin poder tragarlo, que acongoja y entristece con los recuerdos. Los historiadores, los economistas, los sociólogos dirán que es un episodio más en la trayectoria vital del hombre… pero tal vez no analizan el corazón, que siempre anhela estabilidad, seguridad raíces hondas en que apoyarse” (pág. 222).
Francisco Neila Sánchez, Raíces, III. Cáceres, Instituto Teológico “San Pedro de Alcántara”, 2024.