El hombre lleva milenios enfrentándose a la naturaleza, especialmente desde el Neolítico, cuando dejó de ser cazador-recolector para buscar el sustento con actividades agroganaderas. Incrementar la producción de sus campos y arboledas induce a retener el curso de los ríos (pantanos de Cornalvo o Proserpina); extraer y conducir a través de acueductos el líquido elemento (Segovia, los Milagros); incendiar bosques para mejorar la agricultura; plantar árboles (a menudo quemados en los enfrentamientos bélicos); horadar minas y canteras, a veces con agresividad de la ruina montium (Médulas de León); perforación de pozos y fuentes, quizás envenenándolos ante el enemigo, y tantas otras agresiones humanas contra el entorno.
Todas soportables en tanto se mostraban superiores las fuerzas de la naturaleza, hábiles para restablecer equilibrios rotos. Cuando la superpoblación, las máquinas y la físico-química, junto a los artefactos bélicos, impusieron sus leyes, las tierras, bosques, mares y ríos, la misma atmósfera irían alterándose más cada vez, hasta el punto de que ahora somos capaces de destruir todos los elementos naturales y con ellos a la misma especie humana.
Por fortuna, cada vez son más las voces de los ecologistas que se alzan para advertir sobre las posibles catástrofes, apocalipsis incluso, si no se deja de agredir tan salvajemente a la naturaleza (natura). Entre las más cualificados figura Joaquín Araújo, que no se limita a denunciarlas por palabras, escritos e imágenes, sino que, en la medida de sus posibilidades, actúa con sus propias manos. Natural de Madrid (1947), este naturalista, antiguo colaborador del inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente, reside desde hace más de medio siglo en una finca de las Villuercas extremeñas, dedicado a la agricultura ecológica (dice haber plantado tantos árboles como días ha vivido y se enorgullece de tener callos en las manos); al estudio y a la difusión de sus ideas a través de colaboraciones en radio y televisión, conferencias, artículos periodísticos, obras poéticas y ensayísticas, congresos, mesas redondas y colaboraciones en cuantos medios se lo demanden. Pasan de ciencia las obras que tiene publicadas, conjunto al que se suma este ensayo, de revelador título: 999 sugerencias que me hizo la Natura.
Araújo se las sabe escuchar no sólo de los elementos paisajísticos con los que se mantiene en contacto (huerto, árboles, aves, polen, animales silvestres, el aire, la tierra misma), sino de otros inmateriales (el silencio, la Primavera) o incluso abstractos (la soledad, el futuro, lo ileso, la riqueza). Mirar, percibir, admirar, cultivar, mantener: esa es la actitud ecológica, nos dice, que nadie encarna como el campesino, hoy tan subestimado. Cuanto le comunican a Araújo sus interlocutores, en un diálogo contemplativo, lo trasmitirá con emoción, a través de fórmulas aforísticas plenas de poesía, ricas en retruécanos, paranomasias, prosopopeyas, metáforas, neologismos y apuntes etimológicos (algunos, más ingeniosos que científicos). Sobre esos mensajes propone una ética biológica o simbioética, cuyo objetivo resume en un haiku (no será el único ): nutrirnos de paz/es multiplicar nuestra/inteligencia (p. 39).
Código axiológico alejado del que impone el capitalismo, que mata la verdadera vida. Hasta 77 definiciones (algunas en verso) presenta el autor de cómo la concibe él. Profundamente convencido de que Natura y Poesía se corresponden, sus recetas (99) “para no devorar el mundo” salvarían a las dos de las muy graves erosiones que las amenazan. Y con un largo centenar de gráciles “aforismos ornitológicos” el autor nos incita a contemplar, discernir y defender el mundo de las aves (el nuestro).
El agua y los bosques, que le son tan próximos, los elementos más espléndidos de la Natura, le inspiran la entrega última de estos susurros, que concluyen con un amplio epílogo de similar impulso, casi dos centenares de naturismos agavillados tras tantos decenios de dieta visual en uno de los panoramas más puros y bien conservados de Extremadura.
Joaquín Araújo Ponciano, 999 sugerencias que me hizo la Natura. Mérida, ERE, 2024