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Manuel Pecellín

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GITANOS. LA NIEBLA DE LOS ORÍGENES

Hace cinco lustros, aparecía una obra de título sugerente: La prisión general de los gitanos y los orígenes del flamenco (Mairena de Aljarafe, 1999). Según declara el autor, Antonio Zoido,  la edición era deficiente y no la distribuyeron bien, pese a lo cual hoy resulta prácticamente inencontrable. Como, por otro lado, él mismo ha podido localizar otros documentos sobre el tema, en vez de reeditarla ahora con más o menos retoques, ha optado por rehacer en profundidad la parte primera del libro (historia de los gitanos españoles), remitiendo la segunda (orígenes del cante flamenco) a un próximo volumen, si bien aquí adelanta algunas hipótesis al respecto. Con todo, reconoce que ambas cuestiones padecen aún “la niebla de los orígenes”, necesitadas de nuevas investigaciones para rellenar lagunas y suprimir tópicos.
Resulta curioso que probablemente el primer sesudo ensayo, Andalucía, su comunismo y su cante jondo (no se le cita aquí) se deba (1933) a dos cacereños, los hermanos Carlos y Pedro Caba Landa. La Universidad de Cádiz lo reeditó (1988) con idéntico título, mientras Renacimiento decidió  después (2008) adjuntar a “comunismo” el término “libertario” para eliminar posibles equívocos, sugiriendo su inspiración anarquista. Autoridad en la materia fue Félix Grande y lo es el insigne Francisco Gutiérrez Carbajo, también nacido en Extremadura.
Antonio Zoido vino al mundo (1944) y se crio en Monesterio, donde las dos regiones sureñas se dan la mano. Marchó muy joven a Sevilla y allí se afincará tras sus estudios en Cáceres, Roma y Madrid, considerándose plenamente andaluz. Recordemos que entre su numerosa producción destacan obras como La Virgen de los Reyes y el pueblo de Sevilla (1995), Ni Oriente ni Occidente. Viaje al centro de la cultura andaluza (1998) o Doce teorías para Sevilla (1999), si bien puede ampliar atención a otras latitudes, según demuestra en el libro Los pobres de Zeus: cuentos y ensayos de inmigrantes, emigrantes e indígenas (2003).
Historiador, filósofo, antropólogo, traductor, comisario de exposiciones varias, flamencólogo, columnista, editor y responsable de labores culturales múltiples, el currículum de Zoido es sencillamente impresionante. A este hombre, que gusta considerarse según su homónimo Machado, “bueno” en el mejor sentido de esta palabra y un “estratega polifacético”, como “el quejío multicultural”, pocos asuntos le son ajenos. Conviene traer a la memoria su compromiso empático con los más débiles: cofundador del ya casi mítico SOC (Sindicato de Obreros del Campo), fue condenado a cinco años de cárcel por sus actividades como miembro del Comité C. del PTE. Un periodista amigo dice de él que tiene la lista de todas las deudas, de todos los oprobios, de todos los robos, de todas las traiciones y deslealtades, de todas las reescrituras canallas de la historia.
Las ha sufrido de modo especial el pueblo gitano desde que llegase a España (s. XV). Pero nada tan cruel para dicha etnia como el decreto que dictase Fernando VI – rey pacifista por excelencia, ¡qué paradoja! – el año 1749,  edicto pasado a la historia como Prisión general de gitanos. Pese a sus ideas ilustradas, la orden del monarca borbón, alentado por los ministros Ensenada y Campomanes, más el apoyo del muy xenófobo obispo Presidente del Consejo de Castilla, que suspiraba por la eliminación de aquella “mala raza de gentes”, condujo a las cárceles a miles de mujeres y niños hombres (entre diez y veinte mil ) de la “gente del bronce”, así como de personas humildes a ella asimilados.  Terrible episodio, “una de las mayores operaciones contra natura de nuestra historia” (pág. 93), según el autor, ha sido apenas atendido por los estudiosos.

Zoido establece en esta memoria del tiempo amarillo las dimensiones de tamaño genocidio (al fin, no se consumó como tal); sus numerosos antecedentes hispanos (especialmente, la Pragmática de 1745, real Cédula que imponía los lugares donde debían tener residencia los gitanos) y el contexto sociopolítico en que se desarrolló (necesidad de mano de obra gratuita para los astilleros y minas reales: Almadén, Cádiz, Cartagena, Galicia). Lo hace con una escritura distendida, saltándose a menudo el rigor académico, más próxima al ensayo que al tratado histórico. Abundan las repeticiones, la apelación conativa al lector y los juicios fóbicos o  empáticos, sin que  por ello se merme la rigurosidad del discurso. Por lo demás, no oculta deudas con obras como el Libro de la gitanería de Triana, “que escribió el Bachiller revoltoso para que no se imprimiera”, o los estudios recogidos en el apéndice bibliográfico.

Sobre acontecimientos tan crueles, que conocerían cómplices y también detractores múltiples, quedará memoria en la cultura del cante flamenco, cuyas designaciones etimológicas el ensayista atribuye a los militares y acompañantes (mujeres, animadoras, asistentes) venidos de los Paises Bajos y asentados en la bahía gaditana a raíz de las disposiciones antibelicistas de Fernando VI.

 

Antonio Zoido Naranjo, La Prisión General de los gitanos y el origen de lo flamenco. Córdoba, Almuzara, 2025.

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