Roso de Luna (Logrosán, 1872-Madrid, 1931) fue en su tiempo uno de los intelectuales españoles más conocidos, no solamente en nuestro país, sino también en Iberoamérica. Hombre de plurales inquietudes (abogado, escritor, músico, astrónomo, historiador, teósofo, periodista, conferenciante, ateneísta y masón reconocido), estuvo muy sólidamente formado: doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Físico y Químicas, viajero por diferentes países, estudioso hasta el fin de sus días últimos, supo ganarse el respeto de los más distinguidos entre sus coetáneos. Podía lucir con orgullo el apellido de su abuelo Julián de Luna y de la Peña (Zarza Capilla, 1784-Cabeza del Buey, 1848), dueño que fue de minas de fosfatos en Cáceres y autor de un pionero ensayo de Economía Política (ver edición preparada por Esteban Cortijo, Badajoz, Diputación, 2016).
No obstante, tras la caída de la II República, una cruel damnatio memoriae caería sobre “El mago rojo de Logrosán”, según gustó autodenominarse aquel hombre polifacético. Solamente merced a las tozudas labores de Cortijo (Cañamero, 1952), catedrático de Filosofía y periodista, ha sido posible conocer, a partir de los años setenta del XX, la biografía de Roso; aproximarse a sus enseñanzas y acceder, reeditándolas, a la lectura de la larga treintena de obras que publicó (ocultadas por la censura franquista), amén de buena parte de trabajos periodísticos e incluso importantes inéditos (Esteban recibió de los herederos de Roso el archivo de éste, conservado hasta entonces en Argentina).
Vale decir que, hasta ahora, La magia y la escritura era un “título sin libro”. Efectivamente, en el listado de los suyos, Roso incluye aquel sintagma nominativo, pero tal obra nunca vio la luz. En este volumen de 350 páginas se recogen numerosos materiales salidos de su pluma y que bien podrían satisfacer la voluntad del ensayista por contener no pocas de sus originales, polémicas e imaginativas tesis. Con “magia” se quiere aludir a cualquier campo allende los referidos por las ciencias positivas o conocimientos físico-matemáticos, el mundo ubicado “tras el velo de Isis”. Y se dice “escritura”, por las reflexiones sobre un posible lenguaje común, rastreable a través de los textos recogidos con sus peculiares grafías en los más antiguos documentos de muy diferentes civilizaciones.
Dos estudios preliminares, abiertamente empáticos, contribuyen a penetrar mejor los contenidos y ponderar el complejo argumentario rosoluliano en defensa de las mismas. Suscribe el primero Chema Sánchez Alcón, natural de Guijo de Coria (1967) y profesor en Valencia, entusiasta miembro de la Asociación Española de Filosofía para Niños, asunto sobre el que tiene publicados varias obras. Subraya la teoría de Roso sobre las estructuras comunes que, según éste, existen en todas las lenguas primitivas, suerte de innatismo una y otra vez reasumido incluso en los tiempos actuales: una especie de Gramática generativa y transformacional (Chomsky) avant la lettre.
Cortijo, a quien por razones varias tengo como el Roso de hoy, explica la diagénesis del libro, auténtica antología, dando las referencias bibliográficas oportunas. Las principales ideas de aquel genio, no siempre bien comprendido, que en estas conferencias, artículos y ensayo se defienden con metodología preferentemente alegórica, son a) el necesario entendimiento entre fe religiosa y ciencia, siempre que ambas se atengan a los límites de sus auténticos “universos de discurso”; b) la honda armonía que une a todos los entes del Cosmos; c) el origen numérico de aquel lenguaje primitivo común, base de la conexión entre todos los mitos, y d) la existencia de un continente sumido en el Océano (ver la memoria, aquí incluida, ¿Atlantes extremeños? Símbolos arcaicos de Extremadura, dedicada en 1905 a la Royal Society of London).
Gracias a Cortijo (más las compras en la Cuesta Moyano), fui conociendo la filosofía de Roso y sus vínculos con otras figuras de la región (desde Arias Montano y una pléyade de krausistas, hasta Felipe Trigo, Francisco Vera o Hernández-Pacheco). Publiqué la tesis doctoral del maestro en la Revista de Estudios Extremeños; algunas de sus narraciones legendarias, (El mal karma de Mª del Espíritu; El misterio de Quirico; En suspensión de pago,) con introducción del discípulo extremeño, así como la biografía que éste compuso, Mario Roso de Luna. Mi respeto y admiración hacia los dos grandes ateneístas, nacidos ambos en lugares tan próximos, aunque en épocas bien lejanas, no han hecho sino acrecentarse.
Mario Roso de Luna, La magia y la escritura. Oviedo, Editorial Delfos, 2024.