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Manuel Pecellín

Libre con Libros

EN COMPAÑÍA DEL MASTÍN

 

Fernández Mansilla, maestro y escritor, es un hombre profundamente comprometido con Guareña, donde ha ejercido la enseñanza durante cinco lustros y de la que fue alcalde en dos legislaturas (1979-1983, por UCD, y 1987-1991, por CDS). Preside allí el Foro que edita los “Cuadernos de Historia”; ha gestionado la creación de la biblioteca municipal “Eugenio Frutos” y ha logrado descubrir numerosos documentos de archivo referentes a la localidad. Es coautor del poemario Como mágico perfume (1995) y del estudio La vida de Guareña. Apuntes para su historia (2 vols., 2019).

Nadie extrañará que haya compuesto este homenaje lírico al lugar donde viesen la primera luz el filósofo y poeta Eugenio Frutos, el escritor Braulio Ducasse y Luis Chamizo. que escribió no pocos de sus poemas, entre ellos “La viña del tinajero”, en la casa rural de Valdearenales, predio de aquel entorno. Hacia este escenario el escritor conduce a los lectores para seducirlos con la belleza del paisaje, modelado según las distintas estaciones.

El texto, un poema en prosa, posee similar estructura al del modelo por antonomasia, Platero y yo. Sólo que el burro de Juan Ramón es sustituido por Yaco, poderoso mastín. Lo encontró F. Mansilla siendo un cachorrilo, para llevárselo después al refugio del Cerro de Valdearenales. Allí  cela sus mansedumbres,  “bajo la sombra de tres grandes pinos y un par de alcornoques en medio de un monte lleno de jaras, tomillos, aulagas, cantuesos y alguna que otra torvisca que verdeguea al pie de las encinas” (pág. 23).

Junto a Yaco recorre el autor las dehesas, cañadas, cordeles, trochas y arroyos próximos, cambiantes según cada época, e incluso algunas aldeas vecinas. La flora y fauna de cada sitio se ofrecen en coloreadas paletas líricas, con felices imágenes. El pintor recurre a las cursivas cuando decide comentarle los registros al perro, al que ocasionalmente también se le concede el don de la palabra. Incluso se le supone, como a la burra de “La Nacencia”, capacidad de pensamiento. Sí son bien perceptibles sus muestras de fidelidad, paciencia y cariño, especialmente hacia las niñas que lo embroman y ponen ramitas de cantueso entre sus poderosas patas. Todos se quebrantarán aquella calurosa tarde de julio, cuando Yaco se marcha a explorar lejanos universos. En el valle, se escucha el ladrido que, en eco, rodando aguas abajo (como el dorondón de los cencerros desde el monte), consuela al atardecer al Pino Grande, nostálgico de Yaco.

Es un relato corto, de apenas cien páginas, a las que Francisco Rueda pone prólogo romanceado. Son suficientes para convencernos de que F. Fernández Mansilla es un narrador impregnado de lirismo, cuidadoso del lenguaje y extraordinariamente sensible. A él se deben también las fotografías, dibujos y composiciones que ilustran la entrega.

“No me importa saber si un animal puede razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo”. Son palabras de Albert Schweitzer, citadas en el preámbulo. El mensaje del famoso médico humanista (Alsacia, 1875-Gabón, 1965), premio Nobel de la Paz (1952) aparecen después en contraste con estas otras de Eduardo Lamazón: “Es vergonzoso para nuestra especie que siendo el perro el mejor amigo del hombre, sea el hombre el peor amigo del perro”. No sé si hoy, cuando se dice que en tantos lugares hay más canes que niños, siguen siendo eficaces tales apelaciones. Sí me resultan conmovedor este relato de las relaciones entre un hombre y su mastín, tan poéticamente referidas.

 

 

 

Fernando Fernández Mansilla, Momentos con Yaco.  Badajoz, autoedición, 2025

 

 

 

 

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