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Manuel Pecellín

Libre con Libros

Cádiz asediada por los franceses

Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) es un consumado maestro de la novelas histórica, con títulos que figuran justamente entre los más leídos de la literatura española contemporánea. Factores claves de sus éxitos nos parecen la rica documentación que sobre las épocas abordadas exhibe; su enorme capacidad narrativa; el acierto en la construcción de personajes y el dominio del lenguaje apropiado, siempre atento a las circunstancias descritas, dentro de una prosa pulida, aunque sin afectaciones, compuesta con extraordinario ritmo, por lo común de frases muy breves. Únanse a todo eso el indefectible punto de humor del novelista, que en tantas ocasiones parece situarse al margen de lo políticamente correcto, sin silenciar sus muy personales opiniones sobre la historia nacional, el carácter de los españoles y el comportamiento (por lo común criticado) de nuestros dirigentes políticos. Más de una vez nos pareció que en las obras de Pérez Reverte sobran páginas, enredado como se le percibe en digresiones excesivas, pero nunca hemos dejado de leer ninguna de sus novelas.
Así nos acaba de ocurrir con “El asedio”, inspirada en el que hubo de sufrir la ciudad de Cádiz por las tropas francesas, incapaces de trascender los muros de la ciudad portuaria sino a base de cañonazos no del todo destructivos. Pues “con las bombas que tiran los fanfarrones/ se hacen las gaditanas tirabuzones”, según la famosa letra, genial retrato del espíritu burlesco que caracterizó siempre a los habitantes de aquella población milenaria, cuyas provocadoras bailarinas escandalizaron a los adustos romanos. La atracción que estos rincones ejercen sobre Pérez Reverte lo mostraba ya en entregas anteriores, como “Cabo Trafalgar”, donde recrea la famosa batalla , un triste episodio que Benito Pérez Galdós grabase en letras indelebles.
El escritor murciano dedica siete centenares de páginas a reconstruir el ambiente que se vivía en Cádiz durante la Guerra de la Independencia. Emporio del comercio con la América española, liberal por antonomasia, último refugio ante las acometidas de Napoleón, amparado por caños y esteros insuperables, allí fueron acogiéndose cuantos rehuían al invasor y, entre ellos, los dirigentes que los españoles se habían dado al ver su Rey en manos del genial corso. En un clima extraordinariamente tenso, se elaboraría la Constitución de 1812, clara ruptura con el “Antiguo Régimen”, mientras los obuses galos afinaban alcance. El autor describe el comportamiento de los distintos grupos allí comprometidos a través de protagonistas creados con su habitual acierto : los comerciantes, cultos y emprendedores, perfectamente representados por Lolita Palma, una mujer que se lleva todas nuestras simpatías; Rogelio Tizón, el corrupto jefe de policía, enfrascado en desenmascarar una urdimbre de asesinatos, tal vez la parte menos convincente de la novela; el capitán Desfosseux, que dirige la artillería de los defensores; Pepe Lobo, el auténtico héroe, aunque un punto al margen de la problemática general; Jorge Fernández y el Masón José Mexía Lequerica, diputados de las provincias americanas; Gregorio Fumagal, el traidor siempre inevitable; Mojarra, representación de los tipos populares, los más empecinados enemigos de las fuerzas invasoras, y tantos otros hacen de esta narración coral un desfile de figuras llenas de encanto. Entre las mismas nos hubiese gustado encontrar la de algunos de los extremeños que tanta presencia tuvieron en el Cádiz constituyente, no pocas de rasgos tan novelísticos como el sacerdote liberal Muñoz Torrero o el irreverente bibliotecario de las Cortes, Bartolomé José Gallardo, que allí publica su iconoclasta “Diccionario crítico-burlesco”, víctima de tantas persecuciones. Sí se alude, aunque de modo muy ocasional, a Pavón, botánico cacereño de la época.
Con todo, “El asedio” es una magnífica recreación de aquel Cádiz de principios del XIX, un cuadro sociológico a veces con apuntes de caricatura, pero siempre eficaz y verosímil.

Arturo Pérez Reverte, El asedio. Madrid, Santillana, 201

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