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Manuel Pecellín

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ALDANA, EL DIVINO CAPITÁN

La consideración de Francisco de Aldana como uno de los grandes clásicos españoles resulta hoy unánime. Pese a los elogios formulados por Cervantes, Lope o Quevedo, su fama fue sumiéndose en las oscuridades de la ignorancia. Las apreciaciones de Menéndez Pelayo y Cernuda irán sacándolo del olvido, a cuya recuperación contribuirán definitivamente los trabajos de Antonio Rodríguez-Moñino y Elías Rivers. Una auténtica catarata de estudios sobre el ítaloextremeño irá desencadenándose en los decenios últimos, junto con la edición de sus escritos.  Como hitos fundamentales quedarán las aportaciones más recientes de Lara Garrido, Miguel Ángel García o Adalid Nievas Rojas, quien, sin embargo, aún se duele de que el poeta continúa siendo insuficientemente conocido.

Y, cuando parecía darse por sentado su nacimiento en Nápoles (1535), donde su padre, un noble alcantarino servía al rey español, Krzysztof Sliwa, de la Universidad del Atlántico, aviva la polémica sosteniendo Antonio de Aldana, el padre biológico de nuestro hombre, era de Guadalcanal (perteneciente entonces a Extremadura).

Sí es de Alcántara Manuel Pedro Bernáldez Bernáldez, que lleva mucho interesándose por el poeta-guerrero, paradigma de los grandes de su época, a quien tiene como “paisano”, como a toda la poderosa saga delos Aldana. Podríamos recordar su artículo en Alcántara (nº 67, 2007, pp. 9-24) “Desde las aguas del olvido: un rastro de la familia Aldana en Alcántara”. Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas y socio del Club Senior, Bernáldez tiene publicadas obras de carácter jurídico y otras de creación, como Noticia varia (Llanada 7 Libros, 2013) y La paga del mundo y otros relatos (Editorial Dayenu, 2014).

Desde las aguas del olvido, título tomado de un verso de Aldana, (“Donde habite olvido”, suspiraría Cernuda) es una biografía novelada, donde imponen más los datos históricos, a veces abrumadores, que la imaginación. Sirviéndose de un recurso bien conocido (recordemos a Cide Hamete Benengeli y el Quijote), el hallazgo de antiguos documentos, Bernáldez irá dándole la voz a los autores de los mismos. Sin duda, los más relevantes son una especie de Memorias, así como las caras para su hermano Cosme y la mujer querida, Isabel de Sanabria, que Aldana habría compuesto justo horas antes de meterse en su último combate, la trágica rota de Alcazarquivir (agosto  1578), donde fallecería junto al rey portugués Don Sebastián.

Pero no es este el escenario único. Quienes rescatan los escritos del poeta son liberales obligados por Fernando VII a exiliarse en Inglaterra. Eso da pie a numerosas páginas sobre el primer tercio del XIX, a las que se añadirán referidas a los momentos que vivimos, pandemia del coronavirus incluida.

Advertimos que, pese dar voz, en primera persona, tanto a Aldana como a sus familiares o enamoradas, todos se expresan en un lenguaje actual, lo que conlleva incurrir en algunos anacronismos (más un leísmo molesto).

Para mí, son del mayor interés las que recogen la visita que en su pubertad Aldana habría realizado a Alcántara; su formación del joven Aldana en la culta Florencia y sus amores con Isabel de Medici; la amistad con Arias Montano (a quien le dirige una celebrada epístola poética); la participación en las guerras de Flandes;  estancia en la corte lisboeta; el encuentro en Guadalupe, al que asiste,  de Felipe II con su sobrino el rey Don Sebastián y el Duque de Alba; sus trabajos de espionaje como mercader judío por el norte de África y la batalla antes dicha, donde se mostró como realmente era aquel “doctísimo español, elegantísimo soldado, valiente y famoso soldado en muerte y en vida” (Quevedo).

Muy a menudo, Bernáldez va poniendo en boca del biografiado sus poemas, fundamentalmente los sonetos, total o parcialmente reproducidos. Sirven bien para iniciarse en el conocimiento de tan inspirada escritura.

 

Manuel-Pedro Bernáldez Bernáldez, Desde las aguas del olvido. Almería, Círculo Rojo, noviembre 2020.

 

 

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