Para conmemorar el primer centenario del nacimiento de Rodríguez-Moñino ( Calzadilla de los Barros, 1910-Madrid, 1970) han tenido lugar estos días no pocas actividades (exposición bibliográfica en Almendralejo; velada en Calzadilla de los Barros; Simposio en Cáceres; Jornadas Bibliográficas en Badajoz) y se han hecho algunas publicaciones notables (monográfico de la revista alicantina Hibris; catálogo de Carmen Fernández-Daza y Diego Parra; catálogo de Mercedes Pulido y María Jesús Santiago; la biografía compuesta por José Luis Bernal, “Antonio Rodríguez-Moñino, un extremeño universal”, o la reedición del poema de éste “Pasión y muerte del arquitecto”, aquí ya reseñada).
Más trabajos del gran bibliófilo extremeño acaban de ver nuevamente la luz. En el primer tercio del siglo XIX, otra extraordinaria figura de las letras españolas, Bartolomé J. Gallardo, comenzó a publicar la serie “El Criticón, papel volante de literatura y bellas arte”, que dejaría inconclusa. (El ayuntamiento de Campanario, su villa natal, reeditó en dos entregas, 1999 y 2001, los únicos cinco cuadernos gallardinos ublicados). D. Antonio, cuya admiración por aquél era indefectible desde su precoz adolescencia, se propuso completar de algún modo la tarea inacabada, aunque a la postre tampoco lo logró plenamente. Con esa idea, ya antes requerida por varios, sacaría en Badajoz, aunque ya residía y trabajaba como catedrático de Instituto en Madrid, los dos folletos de “El Criticón, papel volante de letras y libros, continuación del fundado por B.J. Gallardo” ( La Alianza, 1934 y 1935). Incluso hizo una tirada aparte de dos textos allí incluidos, para que le sirviesen como “Estrenas y aguinaldos de un bibliófilo extremeño”, muy útiles para felicitar a los amigos en ocasiones como las Navidades.
Miguel Á. Lama ha preparado una exquisita reedición facsímil de las dos entregas, adjuntándoles el correspondiente estudio preliminar en una separata aparte. Las tres se incluyen dentro de una cajita, impresas bajo el cuidado técnico de Juan Manuel Micó, de Librvm Servicios Gráficos Integrales.
El primer cuaderno de Moñino abre con un extenso artículo del bibliógráfo pacense, que ocupa más de la mitad, en torno al opúsculo de Américo Castro “ Erasmo en tiempos de Cervantes” (Madrid, Hernando, 1931), donde el célebre ensayista planteaba la dependencia del autor del Quijote respecto al humanista de Rotterdam. El extremeño no olvida aquí la figura de Diego Sánchez de Badajoz, consciente de que “no hay tal vez en la literatura castellana de la primera mitad del siglo XVI un escritor que de manera más acre censure el estado del clero regular de su época”, un topos, como se sabe, de la obra erasmista, si bien contaba con larga tradición entre los españoles.
El segundo tomo, cuya cubierta luce el exlibris de Plantino, contiene, junto a otros valiosos materiales, una epístola, inédita hasta entonces, de fray Luis de León a Arias Montano, conservada en la Biblioteca de la Universidad de Estocolmo, otra más de las que se cruzaron las dos grandes figuras de nuestro humanismo renacentista. Fechada en Salamanca el 28 de octubre de 1570, cuando el extremeño labora por sacar a luz los ocho volúmenes de la impresionante Biblia Políglota de Amberes, el leonés le informa sobre la oposición que el catedrático salmantino desarrolla contra la misma, pues “todo lo que es letra o que tiene cosas de aver nacido de Rabbinos es para el cossa descomulgada”. Por lo demás, fray Luis da también cuenta dsus gestiones ante el iracundo escriturista para convencerlo de que Montano era un hombre “cuya condición es inclinada a toda paz”.