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Manuel Pecellín

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CAMINOS DE IRLANDA

 

Irlanda, en el imaginario colectivo, funciona como el país gaélico de los patriotas católicos, la caritativa patata, el pub acogedor, las pintas de cerveza Guinnes, la música folk, el deporte rudo, los acantilados marinos y la excelencia de sus escritores, una formidable lista en la que sobresalen nombres como los de J. Swift, Oscar Wilde, W.B. Yeats, Bernard Shaw, McCourt, S. Beckett o J. Joyce. Especialmente al último se le rinde homenaje en estas páginas, según va facilitando ocasión la oportuna visita a sus lugares de nacimiento o residencia, estatuas, bibliotecas y museos. Eire, se ha dicho, es el país con más creadores por metro cuadrado. Sin duda, la excelencia de su inglés es factor fundamentar para que lo visiten, especialmente en las vacaciones estivales, incontable número de personas deseosas de manejarlo con soltura. Muchos de ellos son maestros y alumnos y españoles.

Asiduo parece serlo Juan Fernández Sánchez (Zarza Capilla, 1958), que demuestra conocerlo en profundidad. Profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Caro Baroja de Fuenlabrada (Madrid), narra en Trío irlandés un viaje, real o supuesto, realizado por Dublín y sus alrededores junto a otros dos colegas con quienes compartirá habitaciones, recuerdos, experiencias, saberes, copas e incluso avatares escatológicos los diez días del periplo. Una narración fascinante, de perfecta estructura narrativa, pleno de recursos literarios, fruto de la madurez de un autor que ya nos atrajo con sus anteriores entregas. La entradilla de Luis Landero, frase espigada en Juegos de la edad tardía, resulta iluminadora.

Tras La sonrisa de Buster Keaton (2007), Fernández publicó El canadiense, galardonada con el XIII premio Carolina Coronado (2008), certamen y novela a los que se hacen guiños cómplices en la aquí reseñada. Entonces, antes, luego, también editada por la ERE, y La silla vacía (Premio Tiflos 2018) vinieron a confirmar la valía del escritor.

El protagonismo de este “Decamerón” sui generis lo soportan tres profesores de la universidad madrileña, con muchos años de amistad sobre sus cincuentonas espaldas. Muy diferentes entre sí, aunque no sin aficiones comunes, deciden realizar este “Camino irlandés” supuestamente para aliviar las penas (separación matrimonial, malas críticas por su novela última) de uno de ellos.  Gorka Zubimendi, Zubi, enseña Educación Física; es un vascón gigantesco, primario y generoso, con todas las características tópicas que a los de su tierra se le suelen atribuir. Su contrapunto lo pone Santi (también lo llaman Yakfilip), el hispanobelga enamorado de Wittgenstein. Hizo la tesis doctoral sobre el Tractatus lógico-philosophicus, lo que permite dejar caer a menudo consideraciones sobre la vida y pensamiento del genial vienés. Por último, el mismísimo Juan Fernández que, con las licencias imaginables, es trasunto del propio escritor. Estaríamos ante esa especie de “narrador intradiegético”, que partícipe de la historia contada con su propia voz, actúa y enjuicio lo que acontece.

Si los dos primeros resultan la tesis y la antítesis, él podría ser la síntesis.  Los tres mantienen continuos y vivaces diálogos, que se presentan sin solución de continuidad dentro del relato sostenido en primera persona por el autor omnisciente. Su buen dominio del inglés (aunque menor que el extraordinario de Zubi), justifica la multitud de referencias (sin traducir) en dicho idioma, a veces largos pasajes de poemas, canciones o incluso charlas intrascendentes. El lector no iniciado tendrá sus dificultades, como encontraré placer en los numerosos guiños y referencias metaliterarias, que a menudo van deslizándose con un enorme sentido del humor.

Punto de partida y llegada de esta odisea singular es Dublín (Dubliness y Ulises de Joyce están casi siempre en el trasfondo). Junto al singular dominio de la cultura gaélica –sin bien el gran mentor lo encarne Santi, siempre al quite de cuanto suponga un monumento, personaje o historia de Irlanda -, Fernández Sánchez ha logrado construir una muy atrayente “guía de viaje”. Sin olvidar el interés que generan las vicisitudes de los personajes, incluidos algunos secundarios (Crispín, el españolito vividor; un cubano carota o las divertidas irlandesas de cualquier noche).

 

Juan Fernández Sánchez, Trío irlandés. Mérida, ERE, 2020

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