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Manuel Pecellín

Libre con Libros

Elogio de la prosa chica

El éxito creciente de las narraciones compuestas en pocas líneas es constatable a nivel de críticos y lectores. Desígnense como microrrelatos, relatos hiperbreves, cuentos cortos, mini o microcuentos, arte pigmeo, minificción, prosa concentrada, cuentos en miniatura o con cualquier otro sintagma de mayor o menor fortuna, constituyen un subgénero que pocos escritores dejan de frecuentar. El fenómeno, no obstante, no es nuevo. Sus estudiosos suelen recordar a Juan Ramón Jiménez, que escribe, no sin ineludible dosis de ironía : ” ¡Cuentos largos! ¡Tan largos! ¡De una pájina! ¡Ay, el día en que los hombres sepamos todos agrandar una chispa hasta el sol que un hombre les dé concentrado en una chispa; el día en que nos demos cuenta que nada tiene tamaño, y que, por lo tanto, basta lo suficiente; el día en que comprendamos que nada vale por sus dimensiones –y así acaba el ridículo que vio Micro megas y que yo veo cada día-; y que un libro puede reducirse a la mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo! “( Cuentos largos y otras prosas narrativas breves. Palencia, Menoscuarto Ediciones, 2008).
Cultivado con preferencia por los hispanoamericanos, resulta fácil señalarle antecedentes en la literatura oral clásica, las fábulas o apotegmas medievales, el haikú japonés, los cuentos breves de Kafka, las greguerías de Gómez de la Serna o los miniensayos de la escritura aforística. Monterroso continúa siendo un paradigma, con el ya mítico “”Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” y otros hallazgos similares (“Hoy me siento bien, un Balzac: estoy terminando esta línea”).
Es la fórmula que Rosa María Zamoro ha elegido para su primera obra, bien que ya había dado a luz algunas de estas creaciones en revistas y antologías. Natural de Los Santos (1964), aunque residente en Almendralejo, aquí ha ido forjándose como escritora junto a José Antonio Zambrano, cuyo magisterio reconoce. La desnudez expresiva del gran poeta, el implacable rigor formal, su laconismo sin concesiones superfluas vienen como anillo al dedo para los cultivadores de estas miniaturas narrativas.
Más de medio centenar son las que recoge Zamoro en otras tantas páginas (a las que se añaden el prólogo de Francisco Javier Martín Camacho, el oportuno índice y el capítulo de gratitudes). La primera mitad resultan, a nuestro entender, las mejores. A las siguientes, cada vez más extensas, tal vez les ocurre lo que Pascal decía de la séptima de sus famosas Cartas Provinciales: “Ésta me ha salido demasiado larga por falta de tiempo”. En todas, sin embargo, luce idéntica característica : la capacidad de la autor para proponer a los lectores un desenlace rápido y sorpresivo. Por otro lado, las hay de diversa factura. No pocas aguantan perfectamente la calificación de cuento, según los parámetros establecidos. Sus protagonistas son a menudo animales ( gallinas, perros) o incluso seres inanimados (muñeco de nueve, el móvil), capaces de comportarse como personas. Otras rehacen ingeniosamente textos famosos (v.c., Caperucita Roja); narran con humor anécdotas reales o posibles; las hay próximas al relato surrealista y no faltan las que denuncian la violencia de género o la afrentosa levedad de pateras y cayucos, siempre en una prosa bien cuidada. Aunque predomine la tercera persona narrativa, más fácil para la distancia, no faltan los textos contados por un yo real o ficticio, si bien se mantiene en todo momento una buscada lejanía emocional, que no oculta los sentimientos de la autora.
El gusto por la elipsis, la vena humorística, la facilidad para parodiar textos o contextos familiares son otras virtudes perceptibles en Zamoro, quien sin duda nos dará pronto nuevas y afortunadas entregas.

Zamoro Tejada, Rosa María, Cuentos en miniatura. Almendralejo, Ayuntamiento, 2010.

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