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Manuel Pecellín

Libre con Libros

TRIÁNGULOS AMOROSOS

 

 

Conocí a Ramón Cabezas de Herrera (Campanario, 1946) en Salamanca, donde estudiaba medicina. Se especializó bajo el magisterio de su catedrático, el Dr. Bartolozzi, convirtiéndose en un cirujano oftalmológico de amplia carrera y famosa clínica en Madrid. Los dos pertenecemos al Club Senior de Extremadura, donde ocasionalmente tenemos ocasión de saludarnos y compartir preocupaciones sociopolíticas y literarias. Aunque sabíamos de su temprana pasión lectora y gusto por las Humanidades, nos sorprendimos agradablemente al leer la entrega con la que se iniciaba como novelista, El despertador (2010).  Es obra de carácter autobiográfico, inspirada fundamentalmente en su época universitaria, años de grande de grandes agitaciones, allí bien reflejadas. Diez años después, abordaba con El regreso, “novela de barra”, el sangrante asunto de las migraciones a los países ricos de millones de personas empobrecidas.

Como dicha entrega, que superaba las setecientas páginas, El cuarto lado del triángulo es un relato tal vez excesivamente extenso (606), aunque de estructura mucho más elaborada. En realidad, lo constituyen dos narracionesbásicas, que van alternándose con voces bien distintas, interrumpidas a menudo por relatos secundarios. La del narrador omnisciente deja paso una y otra vez a las interpelaciones que el autor sobre sí mismo desencadena en soliloquios y diálogos internos, también nutridos con apuntes históricos y etnográficos o la irrupción más o menos impetuosa de los numerosos personajes concitados. A dicha trama se adjuntan los “romances de ciego” (en lengua gallega, macarrónica) donde se irán cantando las peripecias de Mariquinha y sus dos amantes, un “crego” a lo Pardo Bazán (Los pazos de Ulloa) y el humilde médico venido desde el Sur a la Galicia profunda.

No es el único triángulo amoroso de la obra, pero sí el que se sigue con mayor interés. Podría funcionar perfectamente como narración exenta, desbordante de fantasía, con sus “trasnos”,  “bruxas”, duendes y meigas, sin olvido de la Santa Compaña,  en un entorno rural  donde el drama estuvo siempre al acecho. El otro trío básico lo conforman Juan Zarate, poderoso constructor, auténtico macho alfa; su mujer y el cirujano García del Horno. Los tres deciden hacer el Camino, desde Roncesvalles a Santiago, no precisamente como peregrinos austeros. El autor nos conduce, etapa por etapa, documentándonos con rigurosa minuciosidad sobre la historia de la célebre Vía y cuanto surge ante los ojos de los romeros (monumentos artísticos, paisajes, usos y costumbres), cada día más enredados  los tres amigos en sus relaciones íntimas. Mucho tendrá que influir el Apóstol para que llegue a buen término la aventura. Un sorprendente final hace confluir los dos relatos fundamentales.

Ramón Cabezas, hermano de escritores (María Dolores, Ricardo, Valeriano), lleva la literatura en la sangre o, quizás, en los ojos. Describe, fabula, analiza lida o reflexiona con admirable facilidad, sencilla que en ocasiones resulta desbordante y le hace incurrir en digresiones múltiples, acaso prescindibles. Así, figuras como Priscilianos, el Cid o Roso de Luna, por sus relaciones con algún pasaje del Camino, son traídos a colación. El humor y el recurso al refranero, que ya se percibían en las dos novelas anteriores, resultan aquí sobresalientes.

Tampoco faltan toques “extremeñistas”. Recordaré sólo algunos, desde detalles nimios:  el médico (trasunto posible del autor, mutatis mutandis) porta una navaja de Don Benito; las peras leridanas que los peregrinos consumen no pueden competir con las del Plan Badajoz y Pedro Manuel,  a apuntes sustanciosos: el galeno de A Rúa de Valdeorras, donde compite por Mariquiha con el párroco tarambana, tiene sus ancestros en la dehesa de Perales (ver todo el capítulo 11), descrita con minuciosidad.

 

Ramón Cabezas de Herrera, El cuarto lado del triángulo. Madrid, Editorial Verbum, 2022.

 

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