BIOGRAFÍAS
El nuevo volumen de los Cuadernos de Çafra, excelente revista anual , supera los tres centenares de páginas, que dan cabida a una decena de trabajos. Los hay sobre arte, arqueología, historia, arquitectura y religiosidad popular, todos dignos de atención. Nosotros vamos a incidir solamente en cuatro de ellos, con una nota común: su carácter biográfico. Se ocupan de personajes nacidos en Zafra o estrechamente vinculados con dicha ciudad.
El autor del primero, Francisco Tejada, rinde homenaje al que fue obispo de Badajoz, Félix Soto Mancera (Zafra, 1849- Badajoz, 1910), en el centenario del fallecimiento. Hombre de mentalidad conservadora, aunque muy sensible a los problemas sociales de sus diocesanos, destacó sobre todo por su bibliofilia, como tantos extremeños ilustres. El legado de su biblioteca, que se guarda (no muy bien) en la del Seminario de Badajoz, alcanza el millar y medio de obras, con títulos realmente valiosos. Tejada selecciona y estudia un conjunto los publicados en los siglos XVI-XVII, interesándose por las marcas de sus editores e impresores. Destaca el ejemplar (uno de los pocos conservados) del célebre Catecismo de Carranza (Amberes, 1558), mordido por las plumas censoras de la Inquisición.
Durante la segunda mitad del siglo XVII, el cirujano (no forzosamente licenciado en medicina) Pedro López Pinna se esforzaba por curar a los sifilíticos, al parece con notables éxitos, en el Hospital de Gálicos de San Miguel, institución que los Condes de Feria habían donado a Zafra. Para que otros galenos pudieran aprovechar sus saberes, construidos sobre una larga y feliz experiencia clínica, compuso un Tratado de Morbo Gallico (Sevilla, 1664). Dedicada a Francisco Ossorio, regidor perpetuo de la Fuente del Maestre, donde López Pinna había nacido, la obra conocerá varias reediciones. Miguel Ángel Amador da cuenta de los principales contenidos, aportando las noticias que en torno al autor pudo recoger.
Según Fermín Mayorga Huertas, Amador Merino Malaguilla gustaba hacer visitas pastorales a los conventos de Fregenal y Zafra con asiduidad sospechosa, tanta que hubo de intervenir la propia Inquisición. Y no es que el prelado picase de hereje, según lo califica el autor en el título del trabajo. Si bien el obispo pacense mostraba algún interés por las tesis de Molina, las suyas eran atracciones asaz más carnavales. A instancias de una monja, se le abriría un proceso, cuyas actas reproduce el investigador. Sólo en parte, lo que nos impide conocer las conclusiones al respecto del Tribunal de Llerena, que ya a mediados del XVIII actuaba de forma bastante más moderada.
También vino a Zafra, donde puso residencia definitiva, un militar polaco de nombre casi imposible, Ludwik Tarszensky Konarzensky, más conocido como el Conde de Lipa. José María Lama y Pedro J. Miguel reconstruyen la biografía de este trotamundos (1805?-1871), pionero de la fotografía en España. Maestro del daguerrotipo, fue fotógrafo de cámara de la reina Isabel II y de la Casa Real portuguesa. Recorrió también media España como artista ambulante, hasta decidir asentarse con su familia en la calle Tetuán de Zafra, donde falleció poco después. Había viajado por buena parte de nuestra Región, hasta el punto de que “raro es el patrón, el santo, la procesión, la iglesia o el ex voto que no ha sido fotografiado en Extremadura por el conde de Lipa”, según Matilde Muros (La fotografía en Extremadura, 1847-1951, Badajoz, MEIAC, 2000 2ª). Antes de morir tuvo tiempo de recoger para la posteridad la imagen de un hombre pescando en la charca o albuhera del Campo de Sevilla, con el alcázar de los Duques al fondo, composición prototípica de la Zafra decimonónica.
José María Moreno González y Juan Carlos Rubio Masa (dir.), Cuadernos de Çafra, IX. Zafra, Centro de Estudios del Estado de Feria/Museo de Santa Clara, 2011.