Es una constante en la historia de la literatura la incomodidad, incluso el enojo, de los poetas más sensibles frente a los valores determinantes en la sociedad que les ha tocado vivir. Denuncian, se rebelan, proponen alternativas más o menos felices, nostálgicas a veces, revolucionarias otras, contra los poderes que determinan la conducta ciudadana (aunque no falten quienes optan por la sumisión y los silencios cómplices, casi siempre bien recompensados). Ocurre así con la iconoclastia de los románticos; el spleen de los simbolistas o las rebeliones del realismo social. Tal vez como paradigma del “non serviam” sociopolítico resultó la plural corriente surrealista, que, por lo referente a España, tan bien estudia Luis Antonio de Villena en su extenso preámbulo a la edición de Pasión de la tierra, de Vicente Aleixandre (Barcelona, Narcea Ediciones, 1977).
Bien es cierto que ese Das Unbehagen in der Kultur (Malestar en la cultura), advertido por Freud, a quien tanto deben los surrealistas, se percibe también en otros muchos magos de la palabra. Contra las crecientes, gravísimas manipulaciones a que nos están sometiendo en la llamada “era digital” hemos leído los muy recomendables ensayos de Juan Luis Sánchez de León (La condición digital, Trotta, 2023) y Diego Hidalgo Demeusois (Retomar el control. 50 reflexiones para repensar nuestro futuro digital. Los libros de la Catarata, 2024). Junto a estas voces puede alinearse, con sus propios perfiles, la de Julián Quirós (Guareña, 1969), que en este su segundo poemario, tras Pérdidas y ganancias (Madrid, Ars Poetica, 2021) se erige contra el imperio tecnológico que amenaza con barrer la tradición humanística europea para dictar nuevos códigos frente a los cuales caben todas las sospechas.
Seguramente ha sido Google, una de las cinco grandes empresas del ramo, el prototipo más famoso, capaz de producir miles de millones de dólares anuales, condicionando sociedades y gobiernos en todos los lugares del orbe. Y, aunque se dice que hoy podría estar en un peligroso punto de inflexión a causa de las innovaciones implantadas por la Inteligencia Artificial, el desarrollo de los competidores, las leyes antitrust y la demografía misma (los jóvenes parecen preferir otras opciones), el gigante nacido en California (1988) continúa siendo un referente multinacional máximo. De ahí el título de la obra reseñada.
El autor es uno de los periodistas españoles más conocidos. Ha dirigido los diarios Sur de Málaga, Hoy de Badajoz y Las Provincias de Valencia, antes de ponerse al frente (2020) de ABC, resulta fácil verlo en tertulias y programas televisivos, donde no esconde su recia personalidad. Bachiller en el entonces Colegio Libre Adoptado “Eugenio Frutos” de su pueblo natal, Guareña (1969), tuvo la suerte de recibir las enseñanzas de Ángel Campos Pámpano, quien lo aficionó a la literatura. Alguna vez me ha referido su admiración hacia aquel hombre de tan impecable trayectoria ética y estética, prematuramente arrebatado por las Parcas.
Quirós elige como entrada del libro unos versos que su profesor entregaba en La semilla en la nieve (Pre-Textos, 2024, existe edición póstuma, bilingüe, en la ERE, 2008), poemario elegíaco de excelente escritura: “mientras pueda pensarte/no habrá olvido”. Los lectores recordarán inmediatamente otro título, el de la extremeña Imma Chacón, hermana de la inolvidable Dulce, Mientras pueda pensarte (Planeta, 2013).
En la parte primera del poemario, “La memoria inventada”, se denuncia el apocalipsis que las nuevas tecnologías imponen, imponiendo sin traumas ni dolores una interesada cosmología, previa eliminación de la heredada tras muchas generaciones. Para resistir frente a esas nuevas identidades, el autor propone en la parte segunda un conjunto de “canciones sin iPhone”. El las aprendió, niño, un Jueves Santos en uno de “aquellos pueblos/estrellados de gravedad/con cal y devoción”; o quizás un 24 de diciembre junto a “una lumbre de encinas/y memorias pasadas/donde crepitaba/el canto repetido/igual/de tantas generaciones”. Cuando éramos pobres, y “el frío escarchaba los pueblos”. Sólo quedan ya la memoria y ciertos fósiles domésticos ( fotografías, alguna herramienta, un almanaque amarillo) de aquel mundo, que el escritor va evocando con ternura, para finalizar contraponiéndolo así : “Conocí demasiados hombres/quebrados por el sudor extenuante/braceros y esclavos/que se vaciaban trabajando/con un esfuerzo descomunal/para comprar algo de cena/. Ahora, otros sudan y se agotan/en salas de gimnasio y pistas de running/porque buscan ser célebres y guapos” (pág. 74).
El escritor, confiado en que no resulte delito sostener una memoria distinta a la impuesta por el gatillo del enter, concluye con un extenso “prólogo pospuesto” preguntándose cómo eludir el arrullo de las pantallas (las sirenas de Ulises) y mantenerse ilesos frente al espolio digital.
Julián Quirós, Antes de que Google nos alcance. Madrid, Reino de Cordelia, 2024.