Hace pocos meses, Faustino Lobato sufrió una epiglotitis que lo puso al borde del más allá. Sólo las atenciones en la UCI del hospital universitario pacense le evitaron la asfixia amenazadora. “Y de aquel sufrimiento/nace el lamento/de esta canción”, evocaba Carlos Cano en su inolvidable María, la portuguesa. Otro tanto podríamos definir como la diagénesis de este conmovido poemario, que el autor fue digiriendo entre intubaciones, análisis, angustias y cuidos médicos. Se comprende lo dedique “a los sanitarios que acompañan el dolor/ del otro en las urgencias de los hospitales./ A ellos, por poner un punto de fortaleza/en medio de la humanidad rota”. Añade en la apertura un código QR. Se convierte así en audiolibro y permite escuchar al poeta recitando sus versos, lo que añade un plus emocional a los ya bien conmovedores poemas. Las ilustraciones de interior y portada son de Juan Manuel González.
Faustino Lobato siempre pone pasión en todos los suyos, por lo común relacionados con experiencias más o menos próximas. Hombre comprometido, que se ha jugado a menudo las horas por asistir a los próximos más necesitados, le tocó aquí atender preferentemente al propio sujeto lírico, aunque le quedarían fuerzas para sopesar también las pulsiones de cuantos sufrieron con él (mujer, hijo, amigos, asistentes, compañeros de habitación) aquella dura vicisitud. La entrega se enriquece con tres prólogos iluminadores. Los suscriben Fernando Jaén, médico; Luis Orozco, escritor mallorquín, y Sandra Martínez, compañera de Lobato en la Tertulia 72, que él alienta de modo admirable junto al indefectible afecto de Antonio Castro.
Me parece oportuno recordar circunstancias personales del autor, por lo mucho que se traducen en su escritura. Aprovecharé los apuntes biográficos que recogí en otras reseñas suyas. Nacido (1952) y criado en Almendralejo (circunstancia que imprime carácter: baste recordar sagas tan rotundas como las de los Franganillo, Fernández –Daza, Alberto Asuar, Marcelino Díaz, Antonio Arbizu, M. Vivas, A. Silva, Silvestre Gómez, Joaquín Macías, Jorge Sáchez o José María Ramírez, actual alcalde), vino a Badajoz (1970) para cursar estudios superiores en San Atón. Marchó después (1977) a Bélgica para hacer Teología y Antropología en la UCLA (Université Catholique de Louvain-la-Neuve) Teología y Antropología. Se relaciona allí, a través de Monsieur Houtard (catedrático de Sociología) con grupos próximos a la Teología de la Liberación. Durante su estancia lovaniense forma parte de un círculo de escritores cercanos a la escritora y profesora Kristien Hemmerechts Vuelto a Badajoz, al final de los años ochenta, mantuvo una actividad social intensa con el mundo gitano, alternándola durante tres lustros con la docencia en la Facultad de Educación. Opta después por pasar a la secundaria (2000), siendo profesor de Filosofía hasta jubilarse. Integrado en el grupo emeritense de escritores y creadores plásticos “Gallos quiebran albores”, funda en Badajoz (con otros compañeros) la muy activa tertulia literaria “Página 72”, a la que antes aludí, convirtiéndose en uno de sus máximos animadores.
La producción poética de Lobato ha ido acelerándose, a la vez que ganaba calidad, en este último decenio, con libros como El nombre secreto del agua, Rehacer el alba. Memorias de un naufragio, La sorpresa de lo humano, Notas para no esconder la luz, Sin razón previa, suroeste, La vida en un instante, En el ángulo incierto del espacio y En el alfabeto del tiempo. Ha participado también en numerosas antologías.
Donde el alma ignora refleja el firme propósito de seguir el consejo que el gran Händel musicase para su ópera Il trionfo del Tempo…: “Lacia la spina/cogli la rosa”. Con una estructura ternaria (cada parte, a su vez, cuatripartita )- “Tránsitos”, “Sonidos”, “Temblor” – sus breves composiciones de versos blancos libres, desnudos y armoniosos, van facilitando seguir empáticamente la aventura hospitalaria, repleta de gestos amistosos, hasta el éxito (“salida”, “pascua”) liberador. Un glosario final facilita la comprensión de términos procedentes de la cultura judeocristiana o grecolatina, fuera de uso común, que el poeta se complace en manejar.
“Me sorprende este milagro/de vivir y saborear el instante”, constata el poeta, “en el silencio de las horas/donde guardo la memoria/del dolor/y de lo amado”, declara el poeta en confesión epilogal. No resulta difícil la comunión en el sufrimiento tan bellamente expresado en estas páginas.
Faustino Lobato Delgado, Donde al alma ignora. Valencia, Olé libros, 2025.