Libertad es una novela perfectamente estructurada y que capta el interés desde la primera hasta la última de sus casi setecientas páginas, aunque el final (feliz) se intuya desde mucho antes. En pocas ocasiones se consigue un cuadro tan vívido de la época donde se sitúa, junto con un acertadísimo análisis psicológicos de los protagonistas. Aparte de otros secundarios, pero no por ello carentes de interés, los personajes sobre los que se mantiene la narración, compleja desde el punto de vista formal, son Patty, antigua jugadora de baloncesto; su marido, Walter Berglund, un abogado ecologista; Richard, el músico pospunk, amigo de ambos y amante no tan ocasional de la primera; la dulce Lalitha, secretaria y algo más de Walter, así como los dos hijos del matrimonio: la exigente Jessica y, sobre todo, Joey, rebelde y lúcido hasta la exasperación, al fin empresario brillante, casado muy joven con la dulce Connie. En torno a ellos aparecerán una multitud de familiares, amigos y conocidos cuyas historias entrecruzadas, rompiendo una y otra el orden cronológico de los acontecimientos, conforman el devenir de los Estados Unidos durante los últimos treinta años. Las secuelas de Vietnam, el asombroso crecimiento capitalista y la reciente crisis, la guerra de Irak, la omnipresencia de las drogas y el alcohol, la libertad sexual, el impacto del 11-S, la supervivencia del rock and roll, el triunfo de Obama, la creciente contaminación del planeta y las luchas por defenderlo, la vacuidad de los políticos profesionales, incluso el movimiento de los indignados constituyen los cristales de este caleidoscopio donde la imagen del país más poderoso no resulta en exceso favorecida. Fracaso estudiantil, depresiones frecuentes, Infidelidades conyugales, borracheras, negocios sucios, competitividad irrefrenable, desarrollismo insostenible, feroz egoísmo, carencia de escrúpulos… son las lacras de una sociedad increíblemente satisfecha de sí misma. Incluso los mejores, como Walter y Patty, prototipo aquel de la lucha por el medioambiente, de la atención a los hijos ella, incurren en errores y contradicciones, salvándose al fin por la categoría moral de ambos y el amor que, pese a las crisis sufridas, se siguen profesando. Los propios hijos, con los que mantienen relaciones nada fáciles, contribuirán decisivamente a la reconciliación.
Jonathan Franzen (Western Springs, Illinois, 1959), era ya u novelista de éxito, refrendado con algunos de los premios más importantes de USA y las ventas millonarias. La publicación de Freedom, que obtuvo de inmediato el aplauso de la crítica, le mereció la portada de la revista Times, poco proclive a concedérselas a un escritor. Enamorado confeso de la literatura de Kafka, es un activo miembro de The American Bird Conservancy, lo que le ayudaría a bocetar la figura de Walter, cuyo empeño por salvar el hábitat de la Reinita cerúlea es uno de los hilos conductores de la obra. Se explica bien la precisión lingüística que exhibe cuando sus personajes se ocupan de temas de relacionados con la flora y fauna o los problemas medioambientales. A decir verdad, nos menor que la percibida si nos conduce por los mundos de la música o las artes plásticas. El acierto de Isabel Ferrer, reputada traductora, hace que la disfrutemos en su versión castellana, nada fácil, donde sólo la manía del “queísmo” (más en los capítulos iniciales) desluce su excelente prosa. Ésta luce de modo especial en las descripciones del paisaje, rural l o urbano, natural o degradado, y, más aún , en los abundantes diálogos, tan agudos como intensos, a través de los cuales amigos y vecinos, hijos y padres, nietos y abuelos, estudiantes y profesores, se critican, alientan, insultan, alaban, humillan o enardecen –según los casos – con asombroso ingenioso. Una obra apasionante, reflejo del país en que se escribió, pero cuyos protagonistas pueden ser cualquiera de nosotros. Por eso nos ayuda a entender mejor aquella sociedad, a nuestra en definitiva, y a nosotros mismos.

Jonathan Franzen, Libertad. Salamandra, Barcelona, 2011