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Manuel Pecellín

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BIBLIOFILIA

Recuperar un texto prácticamente desconocido de uno de los más consumados bibliófilos españoles es pequeño milagro, que volvió a producirse con ocasión de las XVIII Jornadas Bibliográficas de la UBEx, celebradas , según costumbre ya ineludible en Campanario, a finales de 2011. Allí vino al mundo (1776) y pasó su infancia el autor de la obrita que presentamos. Alllí volvería después no pocas veces Bartolomé José Gallardo – habrán adivinado el personaje – por distintas razones, familiares o políticas.
Encendido liberal, el antiguo bibliotecario de las Cortes de Cádiz publicó en Madrid (Imprenta de Antonio Fernández, 1821) esta Palinodia testamentaria. La autoría de la obra se atribuye al Bachiller Palomares, quien se la dedicaba a su amigo el Licenciado Palomeque. En realidad, se trata de la misma persona. Ambos figuran entre los sinómimos que solía utilizar el infatigable investigador de documentos raros y curiosos. Por lo demás, lleva sus marcas de estilo desde las primeras líneas (además de notas marginales manuscritas, muy probablemente del propio autor)..
No obstante, ni los mayores estudiosos de Gallardo – recordemos a Pedro Sáinz Rodríguez, M. A. Buchanan, Arthur L. F. Askins, Víctor Infantes o nuestro Antonio Rodríguez-Moñino, entre una interminable lista – aluden a esta palinodia gallardiana.
(Sí habían aparecido alusiones a esta obrita en el periódico El Censor, poco después de su publicación, hoy de fácil lectura por Internet).
La recuperación se debe a Bartolomé Miranda Díaz, el joven presidente de la UBEx (Unión de Bibliófilos Extremeños), natural igualmente de Campanario. ¡Qué curiosa repetición de nombres y aficiones! Según declara en el preliminar que suscribe y adjunta a esta reedición facsímil, recibió él de la familia Gallardo Palomero, para la oportuna custodia, un conjunto de objetos pesonales y varios documentos de su antecesor, Bartolomé J. Gallardo. Entre los mismos llegaba un ejemplar de esta obrita. Tras afanosa búsqueda, sólo ha podido localizar otro de la edición princeps, guardado en la Biblioteca Nacional (sign. VE/619/6).
Gallardo, que se declara sin rebozos “natural de la tierra de los chorizos y custodio de un montón de libros” (pág. 3), compuso esta obrita al regresar de su exilio en Londres tras el triunfo de la revolución Riego (1820). Había aprovechado la forzosa lejanía para estudiar, y en parte copiar o resumir, los ricos fondos de literatura hispana existentes en el British Museum. A éstas y otras circunstancias personales se alunde en un texto rezumante de ironía, alusiones y guiños, muchos nada fáciles de identificar. El autor sale en defensa de su reputación literaria se burla de los escritores que en ese momento, tras el triundo de los constitucionalistas, prenteden entonar una nuevo canto (“palinodia” significa en griego “nueva oda”) y tal vez hacerse perdonar viejas adhesiones al absolutismo de Fernando VII. Más valdría que se callasen, concluye el de Campanario, tras ponerlos en ridículo. Por lo demás, la prosa de este polemista impenitente , que Sanabre analizó en un estudio modélico (“Notas sobre el estido de Bartolomé José Gallardo”, en Revista de Estudios Extremeños, 1951-I), luce aquí con todo su esplendor.

Bartolomé J. Gallardo, Palinodia testamentaria. Campanario, Ayuntamiento y otros, 2011

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