Nunca pudo suponer Alejandro Carcasona, joven y ambicioso concejal de
Urbanismo, candidato al Congreso por el PPS (Partido Prosperista) en
las ya inminentes elecciones, que la calculada ruptura con su amante
habría de desencadenar semejante revuelo no sólo en su pequeña ciudad
de provincias, sino en todo el país. Aprenderá sobre sus carnes que
“el aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al
otro lado del mundo”, según el antiguo adagio convertido en ley
multidisciplinar. El sorprendente secuestro del prometedor y al
parecer impoluto político, acción que de inmediato comienzan a
reivindicar hasta una veintena de grupos relacionados con el
terrorismo islámico, conmueve los cimientos de la pequeña capital;
convulsiona los medios de comunicación; da al traste con las
directrices de la campaña electoral delineadas por los dos grandes
partidos nacionales; pone en marcha todo el aparato policial, que
incluso recaba la ayuda de la CIA; provoca multitud de manifestaciones
de apoyo en toda la nación y, claro está, cambia la vida de todos los
implicados en el secuestro. No obstante, el único factor que puso a
volar la mariposa fue la débil, aunque ingeniosa mano de una mujer
despechada.
Son los mimbres con que construye su discurso narrativo Javier Pérez
Fernández, un ya acreditado novelista que gusta presentarse como
“leonés de Zamora”, donde nació (1970). Licenciado en Ciencias
Económicas, colaborador desde muy joven de revistas y periódicos,
dirige una casa rural en la montaña leonesa, donde combina la
hospitalidad y los talleres literarios. Escritor también la poesía,
declara que se siente más cómodo con la narración, por ser el género
en el que me siento más libre. Con El secuestro del candidato obtuvo
el XV Premio de Novela Ciudad de Badajoz. Al mismo suma otros
galardones importantes, como el Azorín (2006), obtenido por La crin
de Damocles, una combinación de novela negra e histórica. Situada en
la Alemania de la República de Weimar, se sumerge en el caldo de
cultivo nazi. Por cierto, los prolegómenos del régimen hitleriano es
asunto recurrente en su escritura, al que ha vuelto con La espina de
la amapola (2008) y El Gris (2010).
Ninguna ideología política (si no es la conseguir o mantenerse en el
poder por los profesionales de la cosa) exhiben los personajes de El
secuestro del candidato. El autor, que dice ser un estajanovista de
los concursos literarios, por afición y necesidad, parece haberla
escrito para simple divertimento, aunque puede servir de cuadro
sociológico de nuestra época, y no sin apuntes críticos: sus
protagonistas funcionan como paradigmas , de los que abundan por
doquier, a los que quizás nosotros mismos encarnamos:
Banqueros implicados en tramas mafiosas. Directores de periódicos o TV
dispuestos a pagar cantidades fastuosas para conseguir una exclusiva,
sin atender a otras connotaciones que incrementar el share. Dirigentes
sin escrúpulos, tales los gobernantes del ya citado PPS, o los de la
oposición, el PJB (Partido de la Justicia y el Bienestar), capaces de
permitir el sacrificio del compañero o rival secuestrado, cuando
comprenden que su posible liberación dañaría los intereses de cada
grupo. Policías venales, que por intereses espurios permiten la
prolongación del secuestro. La víctima del mismo, cuyas corruptas
implicaciones en tramas urbanísticas, club de alterne, timbas y
garitas lo han hecho multimillonario, como irán descubriéndose según
avanzan las investigaciones para liberarlo. De origen humilde, buen
negociador, padre de familia burguesa, no duda en romper el idilio
oculto que mantiene por temor a que, descubierto, repercuta
negativamente en sus perspectivas políticas. Por no decir el agente
principal, Alicia, exmujer de Ramiro un policía municipal también
de escasos escrúpulos, a quien ella implica en el secuestro y la feliz
solución del mismo (feliz sobre todo para ambos, que reanudan
convivencia tras quedarse con el sustancioso rescate). Alicia, madre
de un niño, trabaja como simple celadora de hospital, pero se
licenció, alternando estudio y labores múltiples, en Filología
Hispánica. No extrañará que los comunicados de los secuestradores se
redacten con cultas citas literarias, sobre todo de Oscar Wilde (la
inolvidable Balada de la cárcel de Reading). Asombra la astucia con
que puede comportarse esta mujer, en el fondo bondadosa y hasta
ingenua. Su venganza no llegará a la sangre, aunque más de un día
exhibe ante el secuestrado una temible escopeta de caza. Tal vez los
menos contaminados sean dos personas mayores, el padre de la
protagonista y el viejo testigo, clave para la investigación,
Melquíades (nombre que a raíz de Cien años de soledad nunca puede ser
ya aséptico).
El secuestro del candidato dista mucho de ser una novela negra
típica, si bien no le faltan posibilidades. Sólo que el autor ha
preferido desde el inicio proporcionar al lector las claves todas.
Por voluntad suya, es la policía quien tardará en descubrir lo que ya
todos sabemos (salvo, claro está, cómo van a ir desarrollándose el
anecdotario). Lo que le importa al autor no es el suspense, sino la
sencillez suma con que se puede desarrollar un proceso cuyas
consecuencias van incrementándose sin solución de continuidad, hasta
la más simple y previsible solución. Ni parecen haberle importado al
novelista detalles que obran contra la verosimilitud de las
actuaciones contadas. El secuestro del candidato atrapa sin duda por
la historia referida, sus circunstancias e implicaciones políticas,
sociales e incluso psicológicas. El tempus de la narración se sitúa
en un año aún próximo, mediado septiembre (mes que en el imaginario
colectivo quedará marcado por las Torres Gemelas). Compuesta con
evidente voluntad de estilo, exhibe una prosa cuidada al máximo en su
aparente naturalidad. Lo mejor, a mi entender, son los abundantes
diálogos, muy bien construidos. Tampoco son desdeñables las notas de
humor dispersas generosamente, que culminan con ese pastor que, en
lugar de socorrerlo, le azuza los mastines y amenaza con romperle el
lomo al candidato cuando lo reconoce tras su liberación en un rincón
de la montaña.
Javier Pérez, El secuestro del candidato. Sevilla, Algaida, 2012