A Martina Cole se la estima como uno de los grandes fenómenos
literarios de los lustros últimos. Sus éxitos de venta son realmente
abrumadores (más de diez millones de ejemplares en todo el mundo, con
traducciones a las principales lenguas). De familia irlandesa, nació
y se crió en el East End, una de las zonas más deprimidas de Londres.
Todas las grandes ciudades tienen lugares homólogos, donde costumbres,
modas, valores e incluso lenguaje se conforman de un modo especial,configurando un código de conducta tan específico como absorbente.
Sociólogos, etnógrafos, historiadores y analistas de todas las
especies suelen ocuparse de dichos hábitats, que en no pocas ocasiones
resultan mejor retratados por la literatura. Espejos de aquella
durísima realidad son las novelas de Cole, tales como Secretos de una
asesina, Más cerca, El jefe o la conmovedora El asesino de mujeres.
La misma fortuna para introducir al lector en un mundo con caracteres
bien determinados posee Secretos de una asesina, obra con medio
millar largo de páginas y personajes de rotunda personalidad.
En aquellos bajos fondos, donde hampones, proxenetas, usureros,
prostitutas y policías corruptos pululan, conviven o se enfrentan a
muerte, las únicas personas que merecerán un respeto pertenecen al
género femenino. También ellas, troqueladas desde la niñez en normas
estrictas, se impregnan de los valores dominantes en aquel difícil
medio (culto a la violencia, desprecio del estudio, espíritu de
venganza, narcotráfico, sexo venal), pero sólo entre ellas surgen
personas capaces de romper los estereotipos y promover otra clase de
comportamientos.
Ninguna mejor que la protagonista de este trepidante relato, la
increíblemente generosa, ingenua y también decidida Sue Dalston.
Rechazada por una madre maltratada y un padre que abusaba de ella,
sólo pudo sobrevivir gracias a su sentido de superación y a su pasión
por Barry, el joven que la cautivó y la sacó del infierno familiar.
Pero Barry no es menos violento que el entorno que los rodea y en su
hogar se repetirá lo que vivió en su infancia: maltratos a la menor
contrariedad y una hija amenazada de sufrir el mismo calvario paterno.
Gracias a Sue y a otras capaces de unírsele, en esa increíble
solidaridad que consigue ir generando en su entorno, podrá lograrse
romper esa odiosa cadena, entre genética y cultural, que conduce
lamentablemente a la repetición de las mismas lastimosas conductas
generación tras generación. Los 152 golpes de martillo que su mano
desencadena, tras una serie de humillaciones insufribles, contra un
marido estúpido, desconsiderado y violento, aunque no sin atractivos
físicos, buscan hacer justicia a toda una saga de esposas, hijas,
hermanas y compañeras víctimas de las humillaciones más atroces. Si ya
en el barrio Sue logró sobrevivir merced a la solidaridad de otras
mujeres, también en la cárcel el bondadoso corazón de esta madre
increíblemente entregada a sus cuatro hijos (perdió otro por los
golpes) le deparará las ayudas precisas para romper los muros. Y todo
ello, aunque no se muestra proclive a colaborar con la abogacía,
obstinándose en mantener secretas las razones y circunstancia del
crimen que le imputan.
Desarrollada en los años sesenta del pasado siglo, aunque la acción
vaya extendiéndose durante todo el último tercio del XX, dos cosas
llaman sobre todo la atención de la obra. Por un lado, la extrema
degradación de costumbres a que ya entonces habían llegado el
suburbio, los hogares y las cárceles londinenses, en estas páginas
descritos de forma implacable. Por otro, la extraordinaria vivacidad
del habla que utilizan sus moradores, impregnados desde de la infancia
de exabruptos, vulgarismos, imprecaciones truculentas y todo género de
transgresión verbal. Mérito notable del traductor (F.G. Corugedo) es
haber mantenido ese desgarramiento expresivo, acorde con las
transgresiones conductuales de los personajes. Otra cosa es cuando, en
no pocas ocasiones, la versión proporciona un castellano incorrecto
incluso al narrador omnisciente (tipo “más mayores”, pág. 500, o
“acento fuertísimo”, pág. 512). De cualquier forma, la novela atrapa
desde el comienzo e incluso su final, tal vez demasiado dulce, resulta
un alivio permisible.
Martina Cole, Secretos de una asesina. Madrid, Alianza Editorial, 2012.