A los españoles, que tanto sabemos de emigraciones forzosas (sefarditas, moriscos, encausados inquisitoriales, ilustrados, constitucionales, jesuitas, republicanos y tantos otros colectivos expulsos de las fronteras patrias), novelas como El enigma del regreso resultan especialmente interesantes. Su autor evoca en este magnífico texto, donde verso y prosa alternan sin solución de continuidad, las convulsiones que un escritor – trasunto de Laferrière – sufre cuando, tras seis lustros de estancia en Montréal, regresa a su patria de origen, Haití, de donde tuvo que escaparse para no perecer ante la vesania de Baby Doc Duvalier, inicuo retoño de un insufribe Papá Doc, y sus “tontons macoutes”. Resulta conmovedor seguirle por uno de los territorios más pobres del planeta, tras haber dejado atrás las comodidades del primer mundo, a la vez que va recomponiendo la figura de un padre muerto en el exilio por haber luchado en su juventud contra la dictadura. Todo ello sin dejar de percibir que, si bien el hambre continúa siendo la nota dominante de la sociedad haitiana, sus sufridos moradores no son insensibles a la luz, la belleza y el entusiasmo del trópico, a la vez que mantienen no pocos valores morales acaso ya perdidos en los países más desarrollados. No extrañará que la novela recibiese el Premio Médicis 2009, un prestigioso galardón que, en sus distintas modalidades, cuenta con nombres como Umberto Eco, Elsa Morante, Antoio Tabucchi, Ávaro Mutis, Antonio Skármeta, Philip Roth, Omar Pamuk o el español Enrique Vila Matas.
Dany Laferrière (Puerto Príncipe, 1953) sabe bien de lo que escribe. En realidad, estamos ante una obra claramente autobiográfica, aunque él procure los lógicos distanciamientos para no ver del todo comprometida su capacidad creadora. No obstante los toques de humor, las insinuaciones en lugar de las denuncias explícitas, el lenguaje alegórico y otros recursos estilísticos, el texto rezuma entusiasmo por las deslumbrantes hermosuras de la patria recuperada, como el desgarro ante los males que continúan martirizándola (algunos casi peores que los de los viejos tiempos). “Consumo tanta carne aquí/en un invierno/como un pobre en Haití/ durante toda una vida”, escribe (pág. 51), recordando a Canadá. “Se han imaginado ya una ciudad/de más de dos millones de habitantes/y la mitad muriéndose literalmente de hambre”, proclama (pág. 93) de Puerto Príncipe. “¿De qué sirve ser rico en un país/a la constante merced de un levantamiento del hambre?”, se pregunta (pág. 136), aludiendo al que debería ser el único gran tema de cualquier novela (pp. 148.154).
Pero Laferrière, que no oculta su devoción por Aimé Césaire (abre con una cita del mismo), y es un asiduo lector de Lorca (ver pp. 82 y 130), no solo denuncia y reflexiona sobre la humana condición. Su voz es también la del poeta enamorado de la luz, el encanto del mar y las montañas isleñas. la sensualidad de las mulatas, el atractivo del vudú, la música afro y el perfume de las noches tropicales. De todo ello se impregna su magnífica prosa (excelente la traducción de Elena-Michelle Cano e Íñigo Sánchez Paños), así como los cuidados versos alternativos, que en no pocas ocasiones son auténticos haikus. Estamos sin duda ante uno de las novelas más originales y hermosas aparecidas estos últimos tiempos.
Dany Laferrière, El enigma del regreso. Madrid, Alianza Editorial, 2012.