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Manuel Pecellín

Libre con Libros

BRUJA Y FILÓSOFA

N. Hawthorne (Salem, 1804-Plymouth, 1864) está considerado uno de los grandes maestros de la literatura norteamericana. Nacido en una familia de colonos puritanos, representa bien al hombre hecho a sí
mismo. Realizó numerosos trabajos hasta que llegó como cónsul de su país a Liverpool, desde donde visitaría buena parte de Europa. (Ya decía Stevenson que sus auténticas Harvard y Yale había sido un barco carguero).
Aunque Hawthorne también compuso novelas, tal vez su mayor fama la lograría con relatos cortos, que le merecerán los máximos elogios por parte E.A.Poe, Melville, Beckett, H.P. Lovecraft o el propio Kafka.
Su reconocida capacidad para la metáfora resulta sobresaliente en El espantapájaros, un relato corto , admirablemente escrito, que él presentaba como una curiosa leyenda oída en la casa familiar. Mamá Rigby, bruja con todas las de la ley, se pone a construir un espantapájaros para el maizal, con viejos retales, bastones rotos y un trozo de su mágica escoba. Pero le sale tan atractivo que decide
dotarlo de vida insuflándole el humo de su propia pipa. De esta sustancia se nutrirá en adelante Feathertop (el nombre sugiere en inglés gesta o proeza). En tanto no deje de fumar, el tabaco lo
mantendrá tan erguido y bello como el más hermoso sir. Por uno de ellos lo van a tener quienes lo contemplen pasear las calles. Sus modales y expresiones superan a los de cualquier aristócrata. Un perro avispado, tipo el de Ulises, o a un niño igual que el descubridor de la desnudez del rey, serán los únicos que no se engañen. Confundirá incluso la bella Polly Gookin, a un paso de caer enamorada ante el apuesto espantapájaros. Hasta que un espejo, menos mentiroso que el de la famosa madrastra, los devuelve a la realidad.
El vidrio no miente y refleja lo que realmente es Feathertop: un pobre constructo de palos y retales, miserable y harapiento. Consciente de
su inanidad, el espantapájaros regresa a casa de la bruja, arroja la pipa y se destruye en sus propios andrajos. Mamá Rigby no se sorprende del todo, aunque no deja de admirar el ya roto constructo, pues, exclama, “como él hay miles y miles de mequetrefes y charlatanes en el mundo, hechos del mismo amasijo de resto y desperdicios inservibles!
“Hombres que, sin embargo, gozan de una elevada reputación y nunca se ven a sí mismos como lo que de verdad son! ” (pág. 49). La alegoría del relato queda así explicada por la bruja. Ella, tan poderosa,
podría rehabilitar el muñeco roto, pero prefiere no repetir y destinarlo para lo que realmente nació: espantar las aves, “una vocación inocente y servicial, la más apropiada para mi querido amigo.
Y si cada hombre tuviera su propia vocación, la humanidad ganaría con ello”, concluye la sabia mujer.
El volumen cierra con extenso postfacio, donde el traductor, Juan Sebastián Cárdenas, un colombiano residente en Madrid, analiza detenidamente la obra de Hawthorne.

Nathaniel Haethorne, El espantapájaros. Cáceres, Periférica, 2012

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