Nacido en Herrera del Duque (1959), Desiderio Vaquerizo es profesor de Arqueología en la Universidad. Aparte de importantes estudios como historiador (recomiendo vivamente su trabajo sobre el aceite en la Hispania antigua, Boletín de la R. Academia de Extremadura, 2011), cuenta ya con una notable producción literaria. Títulos como El árbol del pan (2004) o El cerro de los cráneos (2011), clasificables como novelas históricas, testifican la calidad de su escritura. Más interesantes aún son las tres que conforman la trilogía conformada por
Callejón del lobo (2004), Chocolate con veneno (2009) y Alfileres de cristal, las tres en la editorial Berenice, sobre la situación femenina en los medios rurales de España mediado el siglo XX. Según exhiben tantos naturales de la Siberia extremeña, el autor es un entusiasta (no acrítico) de una zona que posee tan marcadas características geográficas, socioculturales e históricas. De todo ese acervo etnográfico llevará Vaquerizo abundantes testimonios a sus obras, que, sin embargo, están muy lejos de limitarse a la recreación de paisajes idílicos, escenarios folclóricos, ágapes o suculentos o tiernas composiciones rurales. Por el contrario, sus novelas pertenecen más bien al género policíaco (el inspector Calatrava, un atractivo detective, ha de resolver los crímenes ocultos), aunque valgan más por el retrato psicológico de los protagonistas, sobre todo los femeninos.
Igual que en las anteriores, el personaje central de ésta es una mujer hecha a sí misma, que ha triunfando pese a las circunstancias más adversas y , transgrediendo cualquier código, es capaz de ponerse el mundo por montera, sin olvidarse de sus humildes orígenes ni dejar de proteger a los menos favorecidos, y vengar agravios adolescentes de los clásicos caciques. Así es la antaño famosa vedette Penélope Montes (guiño a Homero y Serrat), ya herida por inmisericorde cáncer, cuyos zarpazos últimos trata de aguantar retirándose a su predio de Los Alcornocales, donde vino al mundo, y en torno a la cual va urdiéndose una trama tan atractiva como increíble. “Fue una mujer libre, que no tuvo reparos en utilizar el sexo como reclamo efectivo de libidinosos, a los que, a cambio de disfrutar de sus encantos, vaciaba la cartera o sacaba un papel de protagonista. Una mujer que se autocalificaba de fulana con el fin de castigarse por su moral disoluta, pero que en realidad se burló del mundo con todas las de la ley, vendiendo al mejor postor lo que fue siempre su mercancía más famosa: ella misma” (pág. 23)., adelanta pronto el novelista.
Merced a las oportunas evocaciones irá reconstruyendo las enjundiosas peripecias de una biografía que va a cerrarse antes de lo previsto y no por culpa de la enfermedad. Antes, la antigua hetaira se propuso remediar algunos de sus máximos errores, organizando una “última cena” donde están todas las claves del drama.
Vaquerizo afina más cada vez su prosa, que se hace especialmente atractiva en las descripciones del paisaje y paisanaje típicos de la Siberia, sin omitir el recurso al habla dialectal cuando presenta personajes populares. También llaman la atención los recursos lingüísticos utilizados, próximos a la jerga juvenil más desgarrada y provocativa al describir determinados ambientes. Y no renuncia a su ya conocido amor por ese inagotable fontanal discursivo que constituye el refranero español, tan bien conservado en las pequeñas poblaciones de Extremadura. Construye así un texto complejo, con guiños múltiples, a veces previsibles, pero siempre eficaces.
Desidero Vaquerizo, Alfileres de cristal. Editorial Berenice, Córdoba, 2013.