Como tantos poetas por todos reconocidos en la Historia de la Literatura, desde el nebuloso Homero a Miguel Hernández o nuestros Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Félix Grande, José Antonio Zambrano y tantos otros, Plácido Ramírez no ha cursado estudios superiores, no ha pasado por la Universidad, no tiene graduación académica reconocida. Es, puede decirse, un escritor autodidacta, forjado a base de lecturas; participaciones en encuentros, jornadas, exposiciones, talleres, congresos, debates, tertulias (¡la pacense Página 72!), presentaciones de y sobre libros, colaboración en revistas literarias y otras actividades del género, donde es habitual su figura amable y humilde, con sempiterna sonrisa.
Nacido en Puebla de la Reina (1955), tuvo que emigrar con sólo ocho años a Madrid, donde estaba su padre, gravemente enfermo tras emigrar a Alemania. Hace el bachillerato en el I.T. Nazaret y comienza con quince años una larga carrera laboral, fundamentalmente como soldador. Miembro de CC.OO., fue uno de los delegados sindicalistas más jóvenes del país. Participa junto a los militantes extremeños del “cinturón rojo” de la capital española (fundó la casa de Extremadura de Leganés), luchando por la democratización de España y la puesta al día del terruño nativo. A éste volvió el año 1983, afincándose en Badajoz. Desde entonces, no ha dejado de tomar parte en actividades culturales innúmeras, a la vez que ha ido forjando una obra poética cada día consistente, a pesar de sufrir dolorosas enfermedades.
Entre sus poemarios cabe recordar Vereda (1982), Añoranzas (1991), Camino de luz, sombra y silencio (1994), Escritos al amor de la noche (1997), Al sur de la melancolía (2003), Ensayo de la metáfora (2006) y Diario azul del titiritero (2011). Con esta obra última se asienta la escritura, cada vez más acertada, del poeta, que ese mismo año obtuvo una beca de la creación literaria concedida por la Junta de Extremadura para el libro Este lugar al sol donde escribir, aún inédito.
Cuaderno de la luz dormida aparece con un amplio preliminar de Juanma Cardoso. El prologuista, que conoce bien al poeta, destaca los rasgos principales de su personalidad y los valores relevantes en este conjunto de 38 poemas, de concisa factura y versos libres (algunos asonantados). Vienen desde muy atrás, pulidos e incrementados desde que, llamándose Cuaderno de la ausencia, obtuvo en Barcelona (2006) el 2º Premio “José Agustín Goytisolo” y, poco después, quedase entre los finalistas del Premio Ciudad de Badajoz el año 2008, al que se presentaron 232 originales. Cardoso insiste, y estoy muy conforme, en que la pluma de Ramírez, como la de D. Antonio Machado, se nutre en manantial sereno, sin gritos ni estridencias, incluso al incidir en las cuestiones más sangrantes, lo que no le resta un ápice de hondura. Y, si es cierto el apunte del prologuista sobre la claridad del lenguaje aquí utilizado, se puede discutir su insistencia en la “sencillez” del libro. Esa equívoca “naturalidad” que se percibe en todas las composiciones es más bien fruto del trabajo, labor de lima, rumia lenta, que conduce a la depurar la expresión, sin caer forzosamente en forzados discursos crípticos. Pero la riqueza de imágenes, metáforas, sinestesias, alegorías, evocaciones, guiños, citas (J.A. Goytisolo, Caballero Bonald, Gonzalo Rojas, Carlos Bousoño) y, sobre todo, el bien cuidado ritmo que se perciben por doquier, no son fruto del azar, ni dádivas de las musas.
Con estilizados dibujos que suscriben Juan Fernández Pinilla y Darío Domínguez, el libro es ante todo un canto a la amada, aunque no falten evocaciones infantiles, alusión a la diáspora migratoria o el eco del grito de los desamparados sociales. Si la poesía se realza cantando cosas humildes, según enseña en Los trabajos de Persiles y Segismunda el ahora tan recordado Cervantes, la de Ramírez Carrillo puede optar con todas las de la ley a tal distinción. Y lo bueno es que cada una de sus entregas mejora las anteriores.
Plácido Ramírez Carrillo, Cuaderno de la luz dormida. Madrid, Beturia, 2016.