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Manuel Pecellín

Libre con Libros

UN SIRIO CON LA TIARA DE PEDRO

 

El sentido de la oportunidad que Jesús Sánchez Adalid (Villanueva, 1962) viene demostrando, resulta evidente y, sin duda, encomiable. La historia de la literatura demuestra como los grandes autores gustaron llevar a sus libros temas que inquietaban a sus coetáneos, desde la Guerra de Troya (la Iliada de Homero) al “bulling” mediante internet (Cicatriz, de la prometedora Sara Mesa. Anagrama, 2016). El escritor extremeño abordó en sus dos obras últimas, De repente, Teresa  (2015) y La mediadora (2015) asuntos  de actualidad: la biografía de  la recia mujer, cuyo centenario se conmemoraba, y la inteligente gestión de los divorcios. Lo mismo hace  El tiempo del Papa sirio, donde aborda uno de los fenómenos sociopolíticos más relevantes en los tiempos recientes: las oleadas de personas que huyen de Siria para refugiarse en los países occidentales. Y lo hace con un espíritu de insoslayable generosidad con tantas personas forzadas al exilio. La misma mostrada, a comienzos del s. VIII, por el papa Constantino I cuando acogió en Roma a los godos hispanos huidos ante la invasión agarena. El pontífice no podía cerrarles las murallas de la ciudad: también él, nacido y criado en Siria, tuvo que  escaparse un día para eludir los horrores de la  “yihad”. El convencimiento de que sólo  el emperador cristiano de Oriente podía frenar los alfanjes de la media luna, le indujo a visitar Bizancio. Allí permaneció durante diez meses, no sin mantener  relaciones con numerosos compatriotas también acogidos a los muros protectores de Constantinopla.

Y allí lo habría conocido el personaje central de la novela: Efrén, culto  joven nacido en Damasco, donde fomentó una fracasada insurrección contra el Califa con la complicidad de cristianos, maronitas, mardaítas  y otras comunidades no islámicas, pese al apoyo (leve) de mercenarios griegos. Tras la previsible derrota, aquel retoño de sangre patricia enraizada con Alejandro Magno, fiel al evangelio pese servir al Islam (al menos, hasta la sublevación), consigue evadirse y, unido al séquito de Papa visitante, refugiarse en la Ciudad Eterna. Junto al Aventino compondrá esta crónica, redactada en primera persona, alternando la narración de lo que ocurre con los visigodos exiliados  y cuanto él  hubo de vivir en Siria. Pero no será un simple cronista. A ejemplo de S. Agustín  ante la caída del Imperio Romano (La ciudad de Dios), filósofo de la historia, se interroga cómo explicar los fulminantes triunfos de la religión musulmana, extendida en pocos decenios hasta el Finis terrae de Iberia. Los lugares más antiguos de la Cristiandad  son el epicentro desde donde parten las columnas musulmanas más aguerridas para ocupar, en oleaje al parecer incontenible, todos los territorios conocidos.

Sánchez Adalid acumula multitud ingente de materiales para documentar su narración, que por fuerza se resiente de tamaños apoyos. En pocas ocasiones se permite traslucir su innegable vena lírica, describiendo la brillantez la noche entre los cedros del Líbano; el maremágnum de los zocos orientales o la espiritualidad que rezuman muros junto a los cuales cabalgó  el impetuoso Saulo para perseguir a los “seguidores del Camino”. Tiene, no obstante, el reciente miembro de la R. Academia de Extremadura virtud sobrada para interesar al lector, sobrecogerlo incluso, presentándole el presumible desarrollo de espectáculos medievales cuyo revival contemporáneo nos inquieta.

El novelista ha proclamado numerosas veces que considera la literatura herramienta para hacernos mejores. A esa intencionalidad didáctica somete a menudo  parte de sus textos, que así pueden írseles a las casi 400 páginas de este libro. Por lo demás, su mensaje (él lo busca) coincide bien con las declaraciones que  colgaba en la red la  Plataforma “Pro Refugiados Extremadura” (19 mayo 2016):

La mayoría de las veces el sentimiento que está detrás es el miedo a lo desconocido, pero ese temor se cura con información veraz: el 40% de los refugiados sirios son niños;  dos de cada tres adultos tienen nivel de Secundaria y uno de cada tres, estudios universitarios. Es falso que la mayoría esté bajo el umbral de la pobreza: una plaza en una patera cuesta entre 1.000 y 3.000 euros. Las personas realmente pobres siguen muriendo en Siria. Es falso que sean terroristas : huyen del ISIS, de lo mismo que aterra a los países de la Unión Europea.

 

Jesús Sánchez Adalid, En tiempos del Papa sirio. Barcelona, Ediciones B, 2016

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