Francisco Sánchez de las Brozas, conocido como “El Brocense” (1556-1600), fue uno de los humanistas europeos más importantes y puede decirse que su figura no hace sino crecer entre los que se interesan por la lingüística, la literatura , la pedagogía y el pensamiento del siglo XVI. No extraña que sus obras continúen reeditándose y atraigan la atención de los investigadores. El cacereño publicó el año 1556 el Libro del arte de hablar ( De arte dicendi liber vnus), cuando apenas contaba treinta años. Retocaría varias veces ese trabajo en los casi cincuenta que aún le quedaban de vida. Eustaquio Sánchez Salor y César Chaparro, catedráticos de la Universidad de Extremadura, decidieron reeditar las Obras Completas del Brocense y el primero volumen (Cáceres, 1984) se abrió justamente con esta Retórica, pero partiendo fundamentalmente de la edición de 1558 . Sánchez Salor, a cuyo cargo corría también la traducción castellana, pone prólogo a esta nueva entrega bilingüe, resaltando la importancia que tiene conocer las ideas juveniles del Brocense.
Luis Merino Jerez, también catedrático de la UEx (Fología latina) , reconoce sus deudas intelectuales con los dos colegas antes citados y con los restantes miembros del equipo decanal de la Facultad de Filsofía y Letras de la Universidad de Extremadura antes de poner el estudio introductorio al texto de la “editio princeps”, por fortuna localizada en los predios salmantinos, y ahora también convenientemente traducida y anotada. Aparece en “Palmyrenus”, prestigiosa colección de textos y estudios humanísticos, que dirige José María Maestre, digno discípulo de otro inolvidable extremeño, Antonio Holgado.
El Brocense ha sido señalado por los estudiosos como uno de los pioneros que se habrían adelantado en bastantes aspectos al célebre “giro lingüístico”, el carácter más sobresaliente de la cultura contemporánea. Lo demuestra ya en este libro de juventud. Escribió el Arte de hablar para que sus alumnos universitarios contasen con un manual útil, claro y conciso, a la hora de enfrentarse a dos tareas fundamentales : componer textos literarios hermosos y analizar correctamente los recibidos de la tradición culta. De ahí el carácter didáctico de la obra, iluminada con numerosos ejemplos prácticos. Ese doble aspecto, creativo y hermenéutico (relacionados con las labores deconstrucción y deconstrucción, en terminología más actual) distingue el libro desde sus primeras páginas. Las enseñanzas de Aristóteles, Quintiliano, Cicerón y Hermógenes, con el fondo siempre notable de Hermógenes de Trebisonda (más tarde, el extremeño se inclinará decididamente por las de Petrus Ramus, o Pierre de la Ramée, retórico, humanista y lógico francés, coetáneo suyo y uno de los creadores de la corriente antiaristotélica moderna). No se olvide que el de las Brozas siempre fue un espíritu ecléctico, inclinado a beber de fuentes diversas y no de un solo manantial. De espíritu rebelde e innovador, nunca quiso admitir que el “criterio de verdad”
se fundase en imperativos doctrinales (“magister dixit”), sino en la solidez lógica de los argumentos.
Frente a la conocida definición del hombre como “animal racional” de Aristóteles, el Brocense consideraba que el auténtico distintivo del ser humano era el lenguaje. Por lo tanto, quien más desarrolle su capacidad lingüística es el más honorable . De ahí su empeña en ejercita entre los estudiantes el dominio de la palabra. Era lo mismo que también por entonces afirmaban Erasmo, Melanchton, Luis Vives o Arias Montano. Construir bien el discurso, o saberlo analizar adecuadamente, es el objetivo de las enseñanzas de la Retórica, a las que el catedrático de Salamanca (siempre mal visto por la Inquisición) se dedicaría con pasión durante medio siglo, exigiendo una puesta al día de los procedimientos pedagógicos. Él, según termina el libro, se mostraba orgulloso de dar a conocer un método de aprendizaje, tan seguro como original. Todavía hoy lo leemos con admiración.
Francisco Sánchez de las Brozas, El arte de hablar (1556). Alcañiz, Instituto de Estudios Humanísticos, 2008.