Articulista habitual en varias publicaciones regionales, ha saltado a la literatura con Los puentes del olvido, una novela entre la ficción y la historia, con grandes dosis de política, que casi inevitablemente había de estar enmarcada en la ciudad del autor. El mismo personaje, Matías Velasco, sujeto de una profunda y poco convincente metamorfosis, protagonizará las dos partes bien diferenciadas de la obra.
Arranca la primera con los rumores del levantamiento r franquista. El autor se sirve de varias figuras secundarias como símbolos de los grupos sociales de aquella Mérida en ebullición, que pronto se enfrentarán en una guerra donde “ todos resultarán perdedores “ (unos más que otros, desde luego) : García-Peñaranda, abogado afín a los ideales krausistas, antiguo alumno de
Pero es la atractiva figura de Matías Velasco la que pronto se impone. Joven sindicalista, admirador de Margarita Nelken, pertenece a una familia de trabajadores industriales. Acude al comité de defensa organizado en Mérida para enfrentarse al ejército que se aproxima. Inútilmente, porque la resistencia resulta imposible y ha de huir hacia Badajoz. La novela se traslada así de ciudad, enfrascándose en un relato ya muy conocido : la toma y terrible represión de la capital rayana. Matías vuelve a tener suerte, escapándose con ayuda de varios anarquistas y mucha imaginación, pero cometiendo el error de volverse con los suyos. Acusado por un familiar alevoso, con la ayuda inconsciente de su propia hermana, no podrá eludir el paredón y cae fusilado, pese a los esfuerzos que por salvarle realiza Emilio Sánchez, un falangista de compleja y atormentada personalidad, cuya recreación es todo un acierto literario. Sólo las valerosas intervenciones del párroco de Santa Eulalia, amigo de los ferroviarios, impedirá que la represión en Mérida no resulta aún más cruel. Estamos ante las páginas más felices del libro.
Pero quizás las cosas no fueron todas como se contaron. A restablecerlas se dedicará, mediados los noventa del pasado siglo, el joven novelista Luis Velasco, sobrino de Matías. Su obra, La siesta del langosto, permite una revisión de los amargos acontecimientos del 36. Estamos ya en la parte segunda, para mí bastante menos conseguida. Pronto saltará la gran sorpresa, que no voy a desvelar aquí , en beneficio de los lectores. Vélez se inventa una suerte de “deus ex machina”, capaz de desaparecer con la misma gratuidad con la que se presentó. Él restablecerá “ los puentes del olvido”. El modelo no deja de generarnos dudas. Basta , no obstante, la parte prim
era para convencernos de las posibilidades creadoras de este experimentada, que promete prolongar con nuevos títulos su recién iniciada carrera.
Antonio Vélez Sánchez, Los puentes del olvido. Badajoz, Tecnigraf, 2009.
Antonio Vélez, en la pasada feria del libro de Mérida