Una vez más, y son ya varias decenas, el escritor extremeño (Nogales,
1950) se presenta en las librerías con obra triunfante en algún concurso literario. Según es bien conocido, ha ganado no pocos de los de mayor importancia entre los casi innumerables convocados en España, tanto de prosa, como de poesía. Ocasionalmente, ganó diferentes certámenes con el mismo trabajo, que supo recrear en géneros distintos. Decir galardones como el Juan Ramón Jiménez , Claudio Rodríguez, José Hierro, Ricardo Molina, Ciudad de Mérida, Azorín, Ateneo de Valladolid, Felipe Trigo, Alarcos Llorach o Ciudad de Cáceres, no es sino iniciar una relación abrumadora de certámenes conseguidos por este creador extremeño, que enseña literatura en Sevilla. Con El sueño de la impostura obtuvo el Premio de Novela Casino de Mieres 2009. Esta extraordinaria facilidad para imponerse sobre tantos miles de concursantes, en modalidades bien distintas ( narraciones cortas, cuentos, novelas, teatro, poesía, relatos
juveniles) y ante jurados competentes, me parece un argumento apodíctico a favor de la escritura de José Antonio Ramírez.
No obstante, el autor rehúye cualquier tipo de actitud magistral o exclusivista. Ha manifestado en numerosas ocasiones que él escribe para divertirse, sin pretender sentar cátedra ni ponerles puertas al campo. Y así quiere ser leído. No exige la anuencia del lector (¿para qué tesis lo pretendería ?), no necesita refutar adversarios, no busca cómplices o prosélitos : sólo quiere jugar con las palabras, divertir, darle otra vuelta a los tópicos recibidos, provocar una sonrisa antes que la adhesión incondicional.
Esto no quiere decir , para nada, que estemos ante un autor frívolo, renuente a plantearse cuestiones de gran calado. El sueño de la impostura es una obra donde se plantean asuntos de tanta alcance como las relaciones entre el texto novelístico y la realidad, el papel enmascarador de las palabras ( “ el poeta es un Pessoa”, declara en la entradilla Ramírez Lozano, siempre gustoso de los retruécanos ) o las relaciones entre los personajes y el autor. Precisamente sobre esta relación dialéctica funciona el discurso de la obra, que sigue una línea ya consolidada por Unamuno o Pirandello : los personajes tienen vida propia; se escapan al control del novelista, tanto que, según ocurre aquí, uno de ellos puede llegar a asesinarlo. El creador cae bajo la navaja de alguien que sólo existe porque él mismo le dio vida.
Marino Expósito, nacido y criado en Fregenal de la Sierra, es el protagonista de la narración, que él dirige en primera persona. Un hábil agente lo ha convencido para que escriba la “novela publicitaria” de presumible éxito, donde elogiará los productos de la sociedad frexnense “Ganaderos de la Sierra”. El habla suavemente dialectal de algunos personajes secundarios reafirma la impronta localista, aunque los acontecimientos referidos se sitúen en Madrid.
Derrochando ingenio y humor, aunque el estilo no me parece tan cuidado como es habitual en sus obras ( por ejemplo, sobreabundan las subordinaciones relativas ), Ramírez Lozano urde una trama con extraordinarios recursos imaginativos. Eso no impide que, ocasionalmente, aparezcan alusiones a personas reales, como el político Rodríguez Ibarra o Márquez Villanueva, el prestigioso historiador de la literatura española.
Marino, que ya preguntaba a las monjas del hospicio de Fregenal, con las que se crió, si el Sastrecillo Valiente o D´Artagnan eran personas de carne y hueso, vive permanentemente en una encrucijada entre la realidad y la ficción. Ni siquiera los buenos oficios del policía Roncero, uno de los personajes más atractivos de la obra, atraídos por la filología antes que por la investigación, le ayudarán a esclarecerse. La faca de Avelino, fruto independizado de su pluma, pondrá fin trágico a las elucubraciones estéticas.
José Antonio Ramírez Lozano, El sueño de la impostura. Oviedo, KKK ediciones, 2009.