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Manuel Pecellín

Libre con Libros

JOSÉ AGUDO, POETA

 La Editora Regional de Extremadura, que Eduardo Moga ha comenzado a dirigir con tan buen tino, nos  acaba de sorprender con Acordes de una antigua canción, un excelente poemario, de cuyo autor no teníamos noticias. Nacido en Fregenal de la Sierra (1952),  la vida de José Agudo ha transcurrido en Mallorca y Barcelona, ciudad donde actualmente reside. En la red hemos encontrado la entrevista que le hizo (15-II-2015) Carmen Tomás,  distinguiéndolo entre los  “escriptors del baix Llobregat”. Agudo le que confiesa sentirse herido por la “nostalgia mediterránea”, esa que Serrat cantó de forma inolvidable.

Manuel Rico lo llevó a su Antología de Poetas Catalanes en Castellano, titulada Por Vivir Aquí: Antología de Poetas Catalanes en Castellano (2003), prologada por Manuel Vázquez Montalbán. (Su caso me recuerda al grandísimo José María Valverde, quien, aunque nacido e incluso criado en Valencia de Alcántara, siempre prefirió se incluido entre los escritores de Cataluña, si bien,  aun siendo  políglota, escribía en castellano).

Agudo, con apellido tan surextremeño,  no es un novel en el mundo de las letras. Entre sus publicaciones se señalan títulos como  Naufragios (1992), Conciencia de mí mismo (1995), Dibujando la Rosa de los Vientos (1996), Hombre desnudo (2006) y Esta frágil cadencia (2008), libro éste con el que obtuvo el XXVIII Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez. Que no es el único de sus galardones..

Entre los clásicos, se declara lector asiduo de  Manrique y Quevedo y de los contemporáneos admira sobre todo a Jaime Gil de Biedma, José Agustín y Caballero Bonald.

“Mi pulso poético tiende a la reflexión acerca de la vida y sus contornos, de los mínimos hechos cotidianos que pueden pasar desapercibidos, pero que analizados convenientemente suponen una carga emocional lo suficientemente importante como para tenerlos en cuenta y tratarlos poéticamente”, manifestaba en la entrevista que antes se citó.

Así se percibe en este libro, tan urbanita,  cuyos versos blancos y libres, con preferencia por los endecasílabos, llegan a lo más hondo por su perfección formal y las inquietudes que hacen compartir al lector. Escritos, real o figuradamente en octubre, se impregnan de  melancolía otoñal. Tópicos como la caída de las hojas, el mar al sin los ruidosos turistas, el frío que regresa, los charcos de la lluvia, la luz ya domesticada, las fantasmales neblinas, los pájaros erráticos del crepúsculo… se elevan a símbolos de la caducidad del existir, los  ineludibles estragos del tiempo, la conciencia de un yo que se extingue. El poema “Senectud” (pág. 45) lo resume perfectamente. Con todo, a pesar de los pasos fatigados, de las dudas que corroen a los dioses mismos (si es que existen), de que nos conducen como cantos rodados (Rolling Stones) rumbo a una orilla sin nada, reconforta la seguridad de que estuvimos aquí, junto a los otros, siquiera por un instante.

 

 

José Agudo, Acordes de una antigua canción. Mérida, ERE, 2016

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