Mi amiga Erika dice que siempre que nos vemos acabamos comiendo. Y es cierto. Sé que hace algunas semanas les hablaba de mi dieta, y también de lo conveniente que es llevar una vida sana y equilibrada. Pero seamos realistas. Es muy difícil estar continuamente privándote de lo que más te gusta. He empezado una larga época de mesura y tranquilidad en las comidas, con muchas ganas y muy mentalizado, y a pesar de que ha habido un par de semanas de vacaciones de por medio donde me he desviado un pelín, puede decirse que poco a poco voy reduciendo mi peso y mejorando mis costumbres y hábitos alimentarios. Pero bueno, de vez en cuando tengo que darme un pequeño homenaje para coger fuerzas en mi lucha contra el sobrepeso, el colesterol y las transaminasas, que no sé lo que son pero las odio, ya que por culpa de ellas debo evitar la carne en la medida de mis posibilidades, que son grandes… mis medidas quiero decir.
Hay que darle a la vida un poquito de alegría. No puede estar todo el día uno celebrando lo que a modo de broma (aunque broma macabra pues en el momento no me hacen ni puñetera gracia) yo llamo “cenas tristes” consistentes en moderadas cantidades de verduras acompañadas únicamente de agua (hay veces que el aguas es con gas, y así me engaño y me creo que me estoy tomando algún refresquillo). Hay que saber motivarse, darse alegrías de vez en cuando, buscar nuevas formas de estímulo. Y no se me ocurre mejor excusa que ésta para visitar los excelentes restaurantes que tenemos a nuestra disposición en la capital pacense.
A pesar de mi maltrecha situación económica, adivino que como la de casi todos, ahorro de donde no puedo, saco de donde no hay, me privo de lo más necesario y de vez en cuando me pego el caprichito de una buena cena con mi novia, a la que cariñosamente llamo “jefa”, aunque como bien apunta ella, eso de “cariñosamente” es un decir. Hace algunos meses, en el debate televisivo que participé sobre la obesidad y el sobrepeso (El destino no está carente de cierta ironía) el profesor José Enrique Campillo, uno de los contertulios, pronunció una frase formidable a la que aún a día de hoy no paro de dar vueltas: “Comer es la cosa más divertida que los humanos podemos hacer vestidos” ¡Toma ya! Estuvo inconmensurable, como la Castafiore en el Aria de las Joyas del Fausto de Gounod. Estuve a punto de aplaudir, de gritar ¡Amén hermano! ¡Bravísimo! De levantarme para felicitarle y darle un fuerte y sincero abrazo, porque a mi personalmente la frase me llegó al alma.

Espero que no sea la hora del aperitivo, porque me da en la nariz que les va a entrar algo de hambre. El otro día estábamos la jefa y yo cenando en el “Marchivirito” con nuestros amigos Javi (¿Recuerdan? Íntimo mío y de la gula, como quien suscribe) y su mujer Erika, quien por cierto es la que me facilita toda suerte de potingues buenísimos para ayudarme a adelgazar. El sólo hecho de tomar estos productos consigue que adelgace… ¡por las narices! No amigos, no hay productos milagrosos. Éstos ayudan, y bastante, pero la acción principal depende de uno mismo. El caso es que lo estábamos pasando tan bien que se me ocurrió la idea de escribir un artículo para que ustedes se animen a visitar nuestros restaurantes favoritos. Por lo tanto y para empezar, en caso de que no lo conozcan les recomiendo el anteriormente mencionado “Marchivirito”. ¡Me encanta! Situado en la Carretera de Cáceres, junto al Polideportivo “Las Palmeras” es de los mejores sitios para comer un buen solomillo, aunque el otro día probé un atún fuera de carta que estaba para chuparse los dedos de los pies. Pepe y su equipo de excelentes camareros, (como Vasco, que es un portugués encantador) harán que te sientas en tu propia casa. Me encantaría conocer el nombre de todos porque son encantadores y verdaderamente amables y serviciales, pero tiempo al tiempo.
Tampoco pueden dejar pasar la oportunidad de probar la carta de mi amigo Guillermo, del “Dosca 2”. Yo personalmente les aconsejo el chuletón de retinto, pero mi novia se muere por el San Jacobo relleno de jamón serrano y torta del Casar. De todas maneras déjense aconsejar por Guillermo o Encarni y verán que agradable velada pasan.
David, del restaurante “El Sigar” también está haciendo cosas realmente extraordinarias y encuentras unos platos deliciosos, amén de una excelente carta de vinos, donde siempre puedo degustar uno de mis favoritos, “Pago de los Capellanes” que no es nada fácil encontrar. Además ahora con el buen tiempo se está estupendamente en la terraza del restaurante, donde además se pueden degustar las excelentes tapas que prepara David. ¡Os las recomiendo sin reserva alguna!

La Cervecería “Campañón” tiene un encanto natural y Manolo Campañón y todos sus camareros son fabulosos y exquisitamente amables, no sé por qué pero casi siempre me decido por las pechuguitas a la villeroy. Además el otro día me comentó que iba a volver a traer su exquisita carne de buey, que es estupenda.
Y qu sé yo señores, anda que no hay sitios en Badajoz para pasar un buen rato y disfruar de una buena comida o cena. Espero, que cuando me vean por la calle haganlo mismo que yo, recomendarme sus restaurantes favoritos para poder conocerlos y seguir disfrutando de la gran comida extremeña que se hace en nuestra ciudad. No sé, pero me da que hoy la dieta se va a ir al cuerno. Esto de hablar de comida me ha producido “gusa” y como quien no quiere la cosa se me ha venido a la cabeza un chuletón de retinto al plato caliente como los del “Marchivirito” con una botellita de Protos Joven (calidad precio inmejorable). ¡Y eso que no tengo ni un duro!
Cuando sea rico, posiblemente la gula, con diferencia uno de los mejores pecados capitales, me conduzca al Cadalso, solo espero que con las brasas que allí tienen al menos cocinen bien el chuletón.