Hoy domingo, 13 de Marzo, en mi Tribuna de Opinión del Diario HOY, me he acordado de mi viejo profesor de religión, don Ramón Tamudo. Tal y como cuento en el artículo, todo surgió una noche cenando con mi amigo Javi (ya saben, íntimo mío y de la gula, como quien suscribe) en nuestra fonda predilecta, el Marchivirito. Hablábamos de si podría ser conveniente o no, que los niños, recibieran clases de historia de la religión, no de religión, que eso supongo que será decisión de sus padres. La verdad es que uno considera que el saber no ocupa lugar, y aunque desde estas líneas ya haya reconocido ser ateo, gracias a Dios, siempre me parecieron muy entretenidas las clases de religión del colegio. Sobre todo las parábolas (la del hijo pródigo me encanta). Es como lo de leer la Biblia. Hay que conocerla, y leerla, al menos por parajes, pues independientemente de las ideas de cada cual, no deja de ser muy entretenido, además de una parte importante de la historia del hombre. Todo esto me hizo recordar al bueno de don Ramón y he tenido a bien dedicarle mi artículo. Ya digo que don Ramón tenía sus cosas, pero siempre se ha preocupado por los niños, y aúnhoy se desvive por ellos.
Es un debate complicado el que sugiero, pero necesario. Al final lo importante es que los educadores se preocupen por la educación de nuestros hijos, y que se recupere el antiguo respeto que existía antes entre alumno y profesor. Como bien digo, don Ramón tenía sus cosas, por supuesto, y podríamos no estar de acuerdo en muchas de ellas, pero a la hora de la verdad no fue más que un profesor que se desvivía por nosotros. Y eso es lo que yo quiero en un futuro para mis hijos. Que sus profesores se preocupen por su futuro y su educación, y ayuden en la difícil tarea de convertirlos en buenas personas. Que les guste mi artículo de hoy amigos: